Esta mañana ya estaba echando en falta el barullo de alumnos (españoles y marroquíes) llenos de ilusión a mi alrededor.

 
Quisiera contaros que ha supuesto para mí esta experiencia; empezaré diciendo que dado que hasta dos días antes no pude decidir si iba o no a Larache, no había reflexionado en absoluto sobre los objetivos que se pretendían o esperaban conseguir con el proyecto y todo lo había confiado al buen hacer y saber de Rafael, Jesús, Adolfo y César, compañeros con los que además prácticamente no había tenido un trato fluido con anterioridad.

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Y esa ha sido (sólo por esta vez) mi gran suerte. Todo me ha venido encima como un torrente caudaloso pero de dicha y felicidad, y no lo digo porque quede bonito. He tenido la suerte de conocer a unos compañeros que me han hecho sentir uno más del grupo como si hubiese vivido el proyecto con ellos desde el inicio; a unos alumnos del IES Punta del Verde con los que me habré cruzado infinidad de veces y de los que ni siquiera me había percatado ( y menuda calidad personal de los interfectos) y finalmente conocer a un grupo de profesores, alumnos y personas de Larache esforzados de manera constante en abrirse y darse a los demás sin esperar nada a cambio.
 
Creerme, mientras escribo esto sin habérmelo propuesto, siento en mi epidermis esa corriente de felicidad a la que antes me he referido. No se cuanto podrá durar, pero si quiero dejar claro que mi propósito actual es que perdure, que esta sensación de recibir (yo ya antes había tenido la suerte de participar en otros proyectos solidarios) mucho más de lo que uno ha sido capaz de dar, me exige continuar en esta relación para tratar de devolver algo de lo mucho recibido.
 
Otro día (cuando la nostalgia se haya aplacado algo) escribiré sobre mis recuerdos. Hoy las vivencias están demasiado frescas y recordarlas puede producirme ansiedad por retornar. Hasta entonces Un afectuoso y cariñoso saludo a todos. Ha sido un orgullo haber compartido estos días con vosotros. Gracias