Recuerdos bordados en un velo


Mi habitación se va llenando poco a poco del aroma de un viaje inesplicable, las notas de una canción (en un árabe que no entiendo) se van colocando poco a poco en las paredes de mi mente, vacía desde que me fuí y que poco a poco se colma de recuerdos. Intento que fluya por mis dedos cada uno de los latidos de mi corazón y cierro los ojos para oirlos mejor. Vago entonces a tientas entre mis recuerdos, mientras un Kaftan y una Chilaba me tienden sus mangas calurosamente.

 

 

Y así recordar las calles pisadas Chefcahued, Rabat, Tanger, Tetuán. Y así soñar de nuevo con traspasar montañas que pasaban a la velocidad de un rayo a mi lado de la ventanilla. Y recodar el tacto cálido de una mano contra la tuya y una sonrrisa timida que me afirme la frase que rebota en mi mente: todos sentimos de igual forma.

 

Gracias Israel, y es que no puedo empezar este pequeño recorrido por un vieje de cuento sin demostrarle a este pequeño personaje todo lo que le debo; porque sin su apoyo yo no estaría ahora sentada frente a este ordenador dando las gracias a todos los compañeros de aventuras, tanto españoles como Marroquies. Y he de terminar este párrafo dedicando lo que escriba a estos últimos.

 

Ahora empieza mi aventura. Frente a un packard bell negro, semi nuevo intento revivir emociones que hacen que se me pongan los vellos de punta. Solo siete dias hacen falta para darse cuenta de que las fronteras son simples argumentos de politica barata, que de una sociedad tan temida como la musulmana solo nos separa un mar, un maldito mar. He aprendido a quitarme la venda de los ojos, dejar lo tabues a un lado, y mirar al cielo para descubrir que es el mismo alla desde donde se mire. ¿Si ese cielo es el mismo, porque nosotros no hacemos ver diferentes? Es algo que me he planteado las noches en las que me senté en el BALCÓN ATLÁNTICO de Larache mirando a la luna. ¿Si ella es la misma, porque nosotros nos hacemos ver diferentes?. Y aquí queda en vuestras manos la respuesta, pues yo ya se la mía y me la guardo para si quiereis hacer una puesta en común.

 

 

Quiero rescatar de este viaje una escena emocionante. Una escena en la que se borran las diferencias de dos pueblos hermanos. Antes de describirla he de pedir perdón a Pedro por usar la que él me puso de ejemplo cuando cojiamos el autobús de linea que nos llevo del colegio a casa. La última tarde y tras merendar en casa de Rashida (perdón si no se escribirlo correctamente), la madre de nuestra anfritiona nos premió con su sorprendente presencia, sus palabras hicieron que nos emocionaramos y todos terminamos llorando (por dentro o por fuera pero llorando al fin y al cabo). En ese momento, desaparecieron las mínimas diferencias de ambas cultura, porque llorar lloramos todos de igual forma.

 

Aquí me despido, y no usaré un Adiós sino un Hasta Siempre porque aunque unas olas envenenadas nos separen mi corazón simpre estára en el corazón de todos los LARACHENSE que supiero abrime el suyo con tan rápida alegria.

 

Gracias y Hasta siempre compañeros.