Marruecos: En Memoria y Recuerdos de su gente



 

Quizás y después de haberlo pensado, mi palabra favorita sea "viaje" aquella cuyo significante incluye un billete a “cualquier otra parte” en busca de una misma, en busca del otro, de una feliz inspiración, de sabiduría, de una instructiva experiencia, del ejercicio de la libertad o por qué no de unas nuevas costumbres. Viajar a través de tierras extrañas, siempre requiere de observación, dejar las huellas a nuestro paso y enfrentarse a un nuevo mundo, a veces, insólito. Nuestro paso, comenzó desde Sevilla a Tarifa, aunque íbamos sobre ruedas, ya comenzaba a captar las primeras impresiones de las tierras andaluzas, quizás en un intento de equipararlas todas para ser luego discriminadas con las que podría ofrecerme Marruecos. Los verdes prados iban quedando atrás y pasaban por el campo de nuestra visión de manera fugaz. Los picos de sus montañas dibujaban un paisaje que lejos de ser estático, cualquier pintor podría inmortalizarlo en un hermoso cuadro burgués. La sensación culminó con el avistamiento del mar bajo el acecho del sol pleno. Llevados a Tarifa, dejé escindir cualquiera de mis centros internos por ambos mares; El mar Mediterráneo y el mar Atlántico.



 

El Estrecho

En un abrir y cerrar de ojos, había dado lugar el cambio de continente. Las columnas de Hércules, calmas en apariencia, separan culturas distintas. El barco continuó a buen ritmo dejando a su paso el surco de sal en la superficie y que dibujaba una preciosa línea curva que daba al puerto deportivo de Tarifa un encanto peculiar; un sendero de agua y sal. Los delfines, ellos que no saben de fronteras, no asomaron a mi escenario, pero pude imaginarlos. El viaje, prometía no perderse en desidias.



 

Tánger



 

La bienvenida de nuestros hermanos marroquíes, fue muy ceremoniosa, dejaban fácilmente entrever una sonrisa sincera e ingenua que proyectaba un sinfín de curiosidades y alegrías dispuestas a ser expresadas y bien acogidas por nuestra parte. Los ojos negros-betún de la mayoría, lucían un brillo excepcional que junto al caluroso ambiente de la ciudad componían un cuadro de estrellas en el día. La ciudad de Tánger, quiso caprichosamente que pronto sintiera el suelo marroquí. Sus calles, modernas, céntricas, estrechas y a diferentes niveles en el suelo me dejaron vislumbrar todo su arte, creatividad y artesanía. La actividad de una ciudad, realizada por hombres. En su otro escenario, la altitud de sus montañas elevaban al espíritu, descender hasta el valle, no fue una tarea fácil, pero sentirse pequeña en su valle y su tierra en los pies, así como ser cubierta por el salitre que flotaba en su aire, fue una sensación reconfortante. Aquí tomé el primer TE DE HIERBABUENA, y según yo, como debe tomarse; rodeada de naturaleza y de gente con sus propias historias compartidas. Esa es la clave de sentirse viajante.



 

Larache


Bien, la andadura ya tenía cierto sentido. Había vida en sus calles, aunque tras la caída del sol, Larache se transformara en un mundo de hombres, que andaban, comían y hablaban por sus calles, algunos de ellos, cogidos de la mano en aras de la amistad que los une. Hasta la llegada a su Medina y calle principal, las chicas marroquíes nos regalaron una hermosa bienvenida, que no culminó hasta el día de nuestra marcha; siempre entusiastas, alegres y dinámicas, estimuladas por los cantos marroquíes de amor y júbilo…y el baile; consistía en tener los pies quietos y mover mucho y elegantemente -casi de manera hipnótica- los brazos, las manos y las caderas. Del Riat al restaurante. ¡Qué divertida y crepitante reunión! allí estábamos todos cenando, nuestra primera noche en Marruecos. En ella, comenzaron los primeros acercamientos a las costumbres, la gastronomía y a las diferencias de cultura. El pan, la harira, el pescado frito, la ensalada marroquí… Delicias que no pasaban desapercibidas para nuestras papilas gustativas y nuestros sentidos.


Moulay Bousselham



 

Otro Paraje más del norte, que nos ofreció la oportunidad de observar de cerca y en movimiento su acogedor escenario poblado de aves, cadenas de dunas, el atlántico y su principal actividad: la pesca artesanal y el marisqueo. La armoniosa excursión en barca por la laguna, nos permitió identificar las distintas aves migratorias, los juncos y matorrales. Además de intercambiar unas cuantas alegrías espontáneas con nuestros compañeros y ver la actividad de los pescadores que llegaban con sus barcas cargados de mariscos, moluscos y pescados, prestos a ser vendidos y comprados en la misma orilla. El rumor de los efectos del hambre y la pobreza podían ser percatados en el pueblo pero no por ello, hubo nada que no pudiera ser admirado entre su gente; su pequeño mercado, la organización de sus productos y el inolvidable y penetrante olor y sabor a jureles fritos en sus calles.



 

Chauen



 

Comenzó la travesía hasta las montañas de Rif a ritmo de sus tambores. Aquí es donde descubrí realmente la otra faceta de Marruecos, su otra corriente. No imaginé que entre tanto tenderete, mezquitas, mercados, talleres y gente, podría encontrar este marco incomparable de naturaleza colosal. Insensible al cansancio de las largas horas del trayecto hasta su encuentro por caminos bordeados de montañas rocosas, en las que se divisaban las casas de adobe que aparecían espaciadamente sobre las manchas de verdor en sus llanos y las viviendas y restaurantes colgados de sus roqueros, me hicieron pensar en el tiempo, en un viaje a otro/y en el tiempo. Una vez allí, emprendimos el sendero hasta alcanzar los quinientos metros de altura. Al principio iba caminando mecánicamente, poseída por el pánico, vértigo y el miedo de imaginarme en una caída, pero pronto la liberación se hizo notar al ser influida por los otros compañeros, que corriendo, saltando o caminando a trompicones, marchaban felices y despreocupados hasta su mediana cima.


 

Finalmente conseguí una confianza prudente y un arraigamiento de mis pies en el terreno, tanto fue así que como dicen algunos líderes espirituales del lejano oriente, sentí que yo era la montaña, yo era su sendero, sus flores, su agua y la gente que allí andaba -tales son las consecuencias de su fusión-. Las treguas de su camino, me permitían restaurar el equilibrio perdido tras emplear un pequeño, ajetreado y sereno esfuerzo físico y mental para recorrerlo. Todo alrededor era verde, marrón, azul, blanco, gris…un auténtico mosaico vivo. El descenso aún fue mejor, la emoción del riesgo cautivó lo físico, para saborear y servir con gracia, el té de hierbabuena que inmediatamente después, tomamos en reunión y rodeados de sus montañas. Quizás y con ternura, este sea el momento en el que más aprecié la vida y el viaje a Marruecos.



 

Rabat



 

En la capital del reino, los transeúntes marchan sin respetar más norma circulatoria que la suya propia. La evolución de los pisos se intuía paulatinamente, durante nuestra caminata por el zoco fui testigo de que a menudo que íbamos avanzando por su larga calle, se perdía la calidad en la artesanía, atrás quedaba la madera y su olor y la piel, el bordado laborioso, el cristal decorado…avanzando, se notaba sin más que no tenía gran cosa que admirar, los tenderetes componían una serie rutinaria de cacharros de hojalata y plástico, correas de cuero, aceites, sándalos, especias, pañuelos, ropas, calzados, frutos secos, animales, resinas quemadas, pieles curtidas, fritos y asados y de cuando en cuando en el aire flotaba un vaivén putrefacto de olor a carnicería. En él, la noche de Rabat nos halló y atrapó como extranjeros.


 

La solemnidad de la torre de Hassan, con su colorido recordándome al desierto, a la arcilla y a la tierra que pisamos, nos dejaba en situación de ser como pequeñas figuras en constante movimiento, en un gran tablero de ajedrez, tales eran sus construcciones monumentales y rica ornamentación. En nada, la Giralda de Sevilla, tenía que envidiar la Torre de Hassan, ni si quiera por echarle en falta. Allí, en su recinto, era sencillamente perfecta, admirable y digna. En la Chellah, el antiguo complejo romano, pudimos ver cigüeñas augustas planeando sobre él, sus enormes nidos se alzaban sobre los troncos de los árboles formando extrañas formas que junto a los contrastes con el paisaje me hacían olvidar cualquier civilización presente de la que estaba ataviada y el palilleo de sus picos sonaba en todo el complejo con un curioso sonido jamás antes percibido de origen vivo y animal. Los vestigios de la vida romana, dejaron a nuestro encuentro viejas construcciones portentosas, repletas de sentido y significado y en ellas podíamos identificar algunas de sus costumbres y habilidades de supervivencia y convivencia, así como ser testigos de sus los difuntos de antaño. Las vistas desde Kasbah des Oudaias supuso un espectáculo armonioso y colectivo, en ella pude ver, sentir y apreciar todo lo que nos rodeaba, imaginar esa otra civilización y sobre todo disfrutarlo en compañía. Quizás en ella, tomé las mejores fotografías.


Algo más de cultura y costumbres


Ellos, escriben de izquierda a derecha: Por esta razón, Dios nos tendrá a nosotros a la izquierda, que es el lado del corazón, a la par que a vosotros os tendrá a la derecha que es el lado de la venganza y el castigo. Las mezquitas; La presencia de las mujeres en las mezquitas, si es que se ven algunas, se colocan detrás, en los rincones más ocultos o al entrar en el rincón más cercano a la puerta, procurando contener la respiración para que su presencia no pueda perturbar el fervor y el recogimiento en el que se supone deben estar sumidos sus dueños y señores. Su consecuencia es lógica ¿cómo hemos de poder ocuparnos de Dios cuando tenemos tan cerca la tentación?


Nombres Masculinos:
Said, Rachid, Hassan, Mustaphá, Samir, Asmae, Youssef


Nombres Femeninos:
Maryam, Kautar, Ahlam, Omayma, Fatoma, Abida, Najlah


Gastronomia; Harira, Tajín de carne, Cariche, Semilla, té de hierbabuena, leche agria, cous- cous.


Saludos:
Hola: A SALAM AU ALAYKOM 
Buenos días: SABAHO EL KHAYR 
Buenas noches: MASAEO EL KHAYR 
Gracias: CHOKRAM 
De nada: ALAWAGIB 
Encantada de conocerte: MOCHARFIN 
Hasta mañana: BSLAMA 
Escríbeme pronto: KIEBLI AMAGIRIB 
Que estés bien: ATAMNA ANTAKOUIU YAYIDAN 
Adiós: ILAALIKAE



 

Sandra Morales
Técnico Cuidados Auxiliares de Enfermería TCAE