“MALDITO MAR QUE NOS SEPARA……”

DIARIO DE CONVIVENCIA

 

QUERER ES PODER. Con esta frase se puede resumir por qué volví a embarcarme en la aventura planteada por mis compañeros y amigos Rafael, César, Adolfo y Jesús. Y es que cuando lo deseas intensamente, las cosas pueden llegar a surgir de forma positiva. En mi caso no pudo ser mejor: plazas libres, el trabajo, los estudios, el dinero,… todo me vino rodado para poder embarcarme, y nunca mejor dicho, en la nueva experiencia que habían preparado para nosotros.

En mi cabeza no paraba de resonar la promesa que hizo Rafael el último día de nuestro anterior viaje, a pesar de conocer las dificultades de organizar este viaje de nuevo, con la participación del centro en el Proyecto Comenius con Rumanía, de que volveríamos a Larache en 2010, pero para estar con ellos…

Y se cumplió. Antes de darme cuenta estaba enredado completamente en la maraña que estos viajes arrastra: actividades, materiales, cargas y descargas, preparativos, contactos, reuniones,… todos teníamos que colaborar para llegar a tiempo. Y llegamos, ¡y tanto que llegamos! Los 24 integrantes de este nuevo proyecto nos dimos cita en la puerta de un vacío instituto el sábado 20 de marzo dispuestos a todo. Bueno, todos menos el autobús, que no aparecía, dejando paso a los primeros nervios.

Montones de mochilas de material, ordenadores, cajas, bolsas, libros,…se amontonaban en la puerta del centro junto al ya exagerado volumen de nuestras maletas (el ser humano es el único animal que tropieza VARIAS veces en la misma piedra). Y el autobús sin venir… cuando por fin hace acto de presencia, tras un rodeo por error, nos afanamos en cargarlo de todo lo que hemos recolectado para los que más lo necesitan, suplicando porque la policía portuaria nos permita meterlo en el puerto, no teniendo que cargarlo todo de una vez, lo que hubiera resultado demasiado difícil. No decimos imposible, porque si algo me he aprendido en estas experiencias, es que no existen los imposibles.

Vamos venciendo los primeros miedos con la vista puesta ya en los molinos de viento, y los nervios se agarran fuertes a nuestras entrañas. Los nuevos, por lo desconocido; los viejos, por los recuerdos tan añorados durante este eterno año y por la felicidad de vernos de nuevo aquí.

Y el sueño arranca postrado en la barandilla del Ferry mientras que pequeñas gotas de agua me refrescan la cara. Otra vez la línea de Marruecos en el horizonte y el barco saltando sobre las olas persiguiéndola. Otra vez viendo como el “santito” del puerto de Tarifa nos despide alejándose y haciéndose cada vez más pequeño. Y cientos de sensaciones se me agolpan en la boca del estómago y golpean mi respiración: recuerdos de nuestro último viaje, algunos sin terminar de asimilar aun, dejando su sabor en mi paladar… Aunque el tiempo no acompaña, nada puede hacerme dejar de sonreír; hoy no.

 

La carga en Tánger parece mayor (cambio de hora y… ¿cambio de peso?) aunque lo solventamos con mucha ilusión, que es la herramienta más efectiva. Además, hoy nada puede estropearnos el día!! Tras la transformación en mulos de carga, se abre la compuerta y recibimos los primeros rayos de sol, y la sensación comenzó a ser diferente…hasta que alcanzamos la infernal rampa del puerto, que parece estar hecha a propósito para que sólo los más preparados sean recompensados con las delicias de este país… Al otro lado de las murallas que nos separan vemos un sin cesar de manos saludando, que advierten la enorme ilusión que nos espera.

 

Ya en la puerta, afloran los primeros nervios y las primeras dudas, y busco nervioso alguna cara conocida, algún antiguo alumno que me devuelva la seguridad con la que emprendí la marcha y que, por arte de magia, desapareció fruto de lo desconocido. Pero pronto volví a sentirme arropado por los viejos amigos: Ahmed, Omar, Amin, Said, Acnur, Sanae, Sara,… todos ellos me devolvieron al año anterior, de la mano de los nuevos alumnos y alumnas, siempre tan cariñosos. El buen dominio del español de los nuevos alumnos, a los que veo más jóvenes (no sé si quizás se deba a que yo soy más mayor), permite que rápidamente comencemos con las presentaciones; y me relajo, sumergiéndome de nuevo en el mar de experiencias que esta tierra me ofrece en cada visita, me dejo llevar por ese “algo” tan especial que, sin saber qué es, me ata a este país…

El día transcurre entre las avenidas, calles y callejuelas de Tánger, posiblemente la urbe marroquí más parecida a una ciudad española. Aunque la oscuridad de las nubes no nos permite disfrutar del sol, sí lo hacemos de las vistas en varios puntos de la ciudad, que nos ofrecen la inmensidad del océano y las costas españolas como paisaje para el fondo de nuestras fotografías... paseamos por el puerto, la zona centro y la zona originalmente española, constatando las diferentes ciudades que convergen en una sola. Pero sin duda, el día comienza a dibujar un viaje diferente al anterior, menos monumental, menos material, más humano, pues lo importante de esta jornada es lo rápido que conseguimos superar las barreras que nos separan de los alumnos marroquíes, pues al acabar la visita y emprender el viaje juntos hacia Larache, se respira unión en el autobús…y eso me encanta. En este día conocemos a un gran grupo de amigos y amigas: Widad, Khadiya, Hafsa, Fadua, Omar (el mago de las pulseras), Abdemasser,…y otros muchos a los que olvidaré nombrar yque se suman a los ya conocidos Omar, Amin, Sanae, Sara,..siendo parte fundamental de esta historia.

La llegada a Larache está acompañada de otra catarata de recuerdos y sentimientos: la entrada en la ciudad; los edificios que tantas veces he evocado en mi cabeza; los institutos; las gentes; los taxis como locos por las calles; el desorden,…todo, bueno y malo, rebota como un chorro en mi cabeza y me obliga a mantener una sonrisa constante, incluso ridícula para aquel que me vea por primera vez y no alcance a comprender lo que significa para mí volver a estar aquí.

El Hotel Essalam continúa siendo nuestra casa en la ciudad, y al llegar es como si nunca nos hubiéramos ido: el bazar de Yebari y su hospitalidad, la cafetería con sus desayunos que estoy deseando volver a tomar, las tiendecillas donde comprar agua, refrescos (¡¡por fin puedo volver a tomar HAWAI!!) y cualquier otra cosa que necesites,…todo está como lo dejamos. Bueno, no todo: ya han acabado la remodelación de la plaza, y aunque los profesores que conocieron el diseño tradicional piensan que estaba mejor antes de arreglarla, creo que ha quedado muy bien. La buena suerte que suele acompañarnos en estas aventuras hizo de las suyas y me condujo a encontrarme, nada más llegar, al que sería a partir de ese momento, nuestro fiel compañero de viaje junto a Omar: Imad, alumno del pasado año que ahora cursa estudios Hispánicos en Tetouan, pero que paseaba con su novia por el centro de Larache. Nuestro encuentro fue muy especial para mí, pues él nos abrió su casa el pasado año, dejando una huella imborrable en mis recuerdos. A partir de ese momento, su sello en este viaje ha sido inconfundible.

La noche prosigue con una magnífica cena conjunta como el año anterior, donde me apresuro a recomendar a mis compañeros la sopa y el pescado de Larache, pues son los platos más significativos de la ciudad. En esta cena el grupo comienza a tomar forma: comienza a desaparecer en mi retina la sensación de ser una suma de individuos con pocas cosas en común para tornar en grupo; y lo que es mejor, comienza a incluir a alumnos marroquíes. Esto “pinta” bien…