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En fin ya estoy en el bus pasando un calor de escándalo y además sin ventanas ¡Por si nos caemos! Por supuesto con un olor a humanidad maravilloso, que es la forma mejor de conocer un país. Me siento bastante atraído por estas circunstancias.

La carretera va paralela a una costa interminable, con unos colores azul turquesa que invitan a darse un baño.

Llego a Asilah y el calor dentro del vehículo llega a límites insospechados, me recuerda  las saunas que conocí en Tailandia, produce en el fondo algo de placer. Lo peor es ver a esas mujeres con el rostro sofocado por el pañuelo y la chilaba. Imagino que su pudor hace que sufran menos el bendito calor. De vez en cuando se ven algunos turistas con las carnes al aire, pienso que en definitiva pasan el mismo calor que los del lugar.


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Cerca ya de Larache cambiamos la playa por bosques de eucaliptos, el paisaje es muy bonito.

Alguien tira por la ventana una botella de plástico: ¿quién pensará que la va a recoger?, ¿pensará que se derretirá con el calor?, ¿pensará?. El chofer del autobús se ve que es un gran profesional al volante, hace unos adelantamientos de lo más temerario. Aparte de todo esto me acuerdo mucho de mis hijos; me gustaría que viviesen todo esto cuando llegue su momento.