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Partimos hacia Rabat, donde pudimos contemplar los hermosos e interesantes monumentos (en los que se encontraban la torre de Hassan, gemela de nuestra Gralda de Sevilla, de la cual sentí nostalgia al no estar terminada por problemas de conquista, pero eso no le quitaba su hermosura y misterio) que allí habitaban así como las cigüeñas que se alojaban en éstas. Unas horas más tarde visitamos el mausoleo y parece que la suerte estuvo ese día de nuestra parte porque pudimos entrar para ver la tumba del antiguo rey de Marruecos, y me sentí la joven con más suerte en ese momento, cuando entré pude explorar la hermosura y la belleza del arte mosaico marroquí, así como la canción del Corán que allí se transmitía.