Por la mañana volvimos a dar un paseo por Larache, y al mediodía fuimos un pequeño grupo a casa de una de mis amigas marroquíes, Ahlam, cuyo hogar era precioso. Comimos cuscús, flan y té típico de allí, todo estaba realmente delicioso.
Conocimos a su encantadora familia y por la tarde Ahlam nos dejó típicos vestidos marroquíes que tenía de ella y su familia, y por la tarde noche nos fuimos a la fiesta de un colegio español de allí en el cual nos lo pasamos realmente bien, pues allí se respiraba alegría, solidaridad y esperanza.
También he de mencionar que nos encontramos en la puerta de dicho colegio la celebración de una boda que fue verdaderamente fantástica y que de nuevo me considero afortunada, esta vez por encontrarme con la boda, pues creo que sería la primera y última vez que lo vería tan de cerca esa elegancia con la que llevaban a la novia, así como sus interesantes bailes y el hermoso estilo de la pequeña casita en donde estaba metida la novia.
De camino al hotel, hubo amigos marroquíes que rompieron a llorar porque mañana partíamos a España, y en ese momento sentí como tanto mi corazón como el de mis compañeros se encogieron así como el darnos cuenta del fuerte lazo que habíamos estrechado con ellos y que nunca se romperá.