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14 de Marzo de 2014

Hoy se acabó la cuenta atrás, es el día del gran viaje, un viaje que esperemos sea inolvidable. Una de las razones es porque lo hago sola, sin padres y sin mis amigos, supongo que el lado positivo de esta travesía es que hablaré y conoceré a más personas y me lo pasaré muy bien con todas ellas, al menos eso espero.

La noche anterior apenas pude dormir lo suficiente y por la mañana estaba bastante nerviosa, con un nudo en el estómago. Al llegar al instituto, me dirigí a mi clase y pude observar las caras de entusiasmo de mis compañeros. El camino en autobús hasta Algeciras se me hizo bastante largo y no paraba de hacerme preguntas a mí misma en la cabeza tipo: ¿Qué estoy haciendo? ¿Qué hago aquí? ¿Qué es lo que me encontraré cuando llegue? ¿Estaré bien allí? ¿Disfrutaré como me imagino? ¿Cómo nos tratarán?

Al llegar al puerto comencé a observar pequeños detalles de los que poca gente habrá pensado, como cada paso que me alejaba más de Sevilla pero que a la vez me acercaban a otro país, a otra cultura... ¡Incluso de otro continente! A continuación, nos subimos al ferry con destino a Marruecos. Pensaba que iba a ser un barco pequeño, cutre y poco estético, pero no fue así. Era bastante grande, con asientos cómodos, cafetería, tienda... No nos podíamos quejar. Durante el cruce del estrecho, mis compañeros comenzaban a hacerse las mismas preguntas que me hice a mí misma en el autobús, no parábamos de mirar por las ventanillas, en busca de novedades de esas nuevas tierras que nunca habíamos tenido la oportunidad de pisar. Lo primero que vimos fue unas palabras en árabe escritas en una gran montaña, que según profesores marroquíes significaban “Dios, Patria y Rey”.

 

Finalmente llegamos a Tánger y pudimos sentir el suelo firme bajo nuestros pies y pude decirme a mí misma: “Lucía, ya estás aquí, disfruta” .

Fuimos a la aduana y desde lejos ya podíamos observar a los alumnos marroquíes, susurrando entre ellos y saludándonos a nosotros, al pasar la aduana dejamos a un lado las preocupaciones de las maletas y empezamos a saludar con dos besos a todo el mundo. No se me olvidará nunca la ternura con la que me dio un abrazo una de las chicas marroquíes, Chaimae. Nos dirigimos todos a un autobús que más adelante nos llevaría a Tetuán, en él conocí a otra chica marroquí llamada Fatceuma El Harrak.

 

En parte, el paisaje de Tetuán me recordó a la zona oscura de Sevilla, la gente era amable y agradable, se preocupaban de ti sin ni siquiera saber quien eres. La primera impresión que me dio fue de una ciudad en la que reinaba el caos y el desorden, no se respetaban los pasos de cebra, no había semáforos, o al menos no los pude apreciar...

Al finalizar nuestra visita a Tetuán, fuimos a un bar y degustamos un té que, creo recordar, llevaba hierba buena, azúcar y poco más, me sorprendió lo acostumbrado que estaban los marroquíes, se lo bebieron sin esperar a que se enfriase lo más mínimo.

Lo probé y estaba exquisito. Mientras esperábamos el autobús, varios alumnos marroquíes y españoles intercambiaron exhibiciones de los bailes típicos de cada país. Tomamos rumbo a Larache, donde nos invitaron a una cena, probé pescado y marisco, de buena calidad ya que Marruecos tiene muchas costas y se dedica principalmente a la pesca. Al finalizar la noche y con mucho cansancio, nos dirigimos al hotel Essalam, donde pasaríamos esa magnífica semana en Marruecos.


Nos levantamos a las 8 de la mañana para poder ir a la playa, así que tomamos el desayuno en la cafetería, sobre las 10 nos montamos en el autobús para ver las vistas de una playa preciosa y solitaria situada en Moulay Bousselham y aprovechamos para hacernos fotos y hablar entre nosotros.

Más tarde, nos dirigimos a la reserva natural de Merja Zerga, donde paseamos en barcas y pudimos observar la belleza del paisaje lleno de diferentes tipos de aves volando ante nuestros ojos (Foto 5), al estar en la barca, hubo momentos en los que me detuve a mirar el agua de la laguna, ver cómo fluía y escuchar cómo chocaba con la barca, dejando de rastro una línea blanca como aviones en el cielo.

Me enamoré de aquel lugar al ver el contraste del azul claro de la laguna y las casas de tan distintos colores que se alejaban cada vez más de mi vista. Son pequeños detalles que te permiten encontrar la paz del paisaje y sentir que es un momento único.

Al acabar el paseo en barca, nos dejaron en una playa, esta vez si bajamos y pudimos pisar la arena.

Estando allí, varios alumnos españoles y marroquíes comenzaron a jugar a juegos infantiles, llenos de vitalidad, fue un momento en el que no importaba la edad de cada uno, ni lo mucho que se estuviese haciendo el bobo, lo único que importaba en ese momento era disfrutar cada instante, cada segundo, y sobre todo, disfrutar de la compañía entre los marroquíes y nosotros.

Poco antes del atardecer, nos dirigimos al autobús de regreso a Larache. Al llegar, fuimos al hotel a arreglarnos para más tarde salir a cenar con nuestros amigos los marroquíes.

Esa noche pude probar uno de los platos de allí llamado Pil Pil. Era bastante parecido a las gambas al ajillo pero su sabor era diferente. Al terminar de comer nos dirigimos al hotel y nos separamos de los marroquíes hasta el día siguiente.


Fue el día en el que nos levantamos más temprano de todos ya que íbamos a un lugar bastante lejos de Larache, Las montañas del Rif. Apenas había oído nada sobre ese sitio pero lo poco que había escuchado me indujo a querer ir y apreciarlo con mis propios ojos, aunque también nos advirtieron que tenía muchos caminos pedregosos y difíciles de recorrer. Al cabo de un largo viaje en autobús llegamos a las Montañas, todas esas horas de espera merecieron la pena y fuimos premiados con las vistas únicas de su paisaje.

Nos dividimos en un grupo de dos y fuimos en camionetas hasta un punto de la montaña donde comenzamos el sendero, las camionetas estaban llenas de personas, ¡Incluso había varios alumnos marroquíes en el techo! Fue una locura, en nuestra camioneta había un hombre sujetando la puerta con su propio brazo y una cuerda por la que de vez en cuando entraban nubes de arena.

Al comenzar la ruta me ofrecieron la oportunidad de montar en burro y caminar varios metros en su lomo al igual que a otros compañeros, al caminar bastantes metros nos paramos a descansar un poco y a comer algo para reponer fuerzas y continuar con el camino.

A mitad de la vuelta, nos asentamos en una zona con bellísimas vistas y nos invitaron a almorzar. Nos pusieron un plato bastante parecido a chícharos, que se comían con pan y sin cubiertos que estaba realmente bueno

y como segundo plato nos ofrecieron pescado y una papilla de la cual desconozco sus ingredientes.

Como postre nos pusieron un té, que decían era afrodisíaco. Al terminar de comer vimos a varios niños pequeños que no nos apartaban la vista, así que, acompañada de varios compañeros me acerqué y les dimos bolsas de chuches. Ellos, que no sabían qué contenían esas bolsitas, las arrojaron al vacío.

Nuevamente les ofrecimos más caramelos, esta vez con las bolsitas abiertas y dándoles a entender que eran dulces. Nos lo agradecieron con una gran sonrisa dibujada en sus caras. Lo que a mis compañeros y a mí nos invadió de un amor en nuestro interior.

Al volver a las camionetas, nos aconsejaron visitar un riachuelo cercano donde, más tarde, varias compañeras y profesores españoles exhibieron nuestro baile típico, las sevillanas. Al acabar nos volvimos hacia las camionetas que nos llevaron hasta el autobús regreso a Larache para dar por finalizado un día alucinante pero a la vez agotador.


Este día nos dispusimos a visitar Rabat, la capital de Marruecos. Estando en Rabat fuimos a la medina, donde pude observar, entre otras cosas, una variedad de flores y restos arqueológicos.

Al salir de la medina, fuimos a visitar la torre Hassan, gemela de la Giralda. Es una torre que nunca se terminó de construir. En ese mismo lugar se encontraba también el mausoleo de Mohammed V.

En las puertas del mausoleo había guardias de rostro muy serio que no dejaban pasar a mujeres que no tuviesen tapado la mayoría del cuerpo. Hay una foto a la que le tengo mucho cariño porque aparecen varios alumnos marroquíes haciendo tonterías mientras el guardia permanece en su posición de seriedad.

El mausoleo tenía por las paredes del exterior varias escrituras en árabe de las que desconozco su significado.

Después nos dirigimos a la Kasbah des Oudaias. Un sitio en el que había bastante niebla y humedad.

Estando allí, nos encontramos con un grupo de gente que estaba bailando y cantando, y nos acercamos a observar.

Un hombre comenzó a bailar y a hacer acrobacias en el aire, al terminar de exhibirse, nos juntamos todos e hicimos una conga. Yo no paraba de pensar: "Esto en Sevilla no pasa". En España, por lo menos en Sevilla, no se ve todos los días lo que vi yo allí, toda esa gente tan alegre bailando y cantando sin celebrar nada en particular. Era una alegría que se contagiaba en el ambiente.

Al salir de allí nos dividimos en dos grupos y nos adentramos en el zoco de Rabat, un lugar lleno de tiendas, calles interminables y con abundancia de gente, me pareció un tanto agobiante. Allí es donde Halima y Zakarias me ayudaron a regatear precios, fueron mis compañeros de negocios por decirlo de algún modo. A su lado me sentía segura y tenía la total certeza de que no me iba a pasar nada, a pesar de que nos avisasen del peligro por robos que había en el zoco de Rabat. En varias zonas del zoco había personas que te ofrecían jugo de caña de azúcar por un precio bastante asequible, estaba muy bueno. Al cabo de un par de horas o más, salimos del zoco, con bastante cansancio y ganas de llegar al hotel. Nos montamos en el autobús y nos dispusimos a volver a Larache.

Esa noche pude escuchar la llamada a la oración desde una mezquita de Larache cercana al hotel a las 5 de la mañana y a esa hora los musulmanes practicantes deben rezar. Hay llamadas a la oración varias veces al día.


Nos volvimos a levantar temprano para ir a Ifrane, una provincia de Marruecos que, a mis ojos, era bastante similar a Suiza, las casas eran totalmente diferentes a las casas que había visto anteriormente en otras partes de Marruecos.

Fue una de las numerosas ocasiones en las que no vi a los profesores, pasado un tiempo razonable después de abandonar el autobús, me encontraba entre alumnos marroquíes y algunos alumnos españoles que no sabíamos exáctamente hacia dónde dirigirnos, después de largos y largos paseos, fuimos al autobús destino a Meknes, una ciudad que pudimos visitar tan solo 20 minutos por cuestiones de falta de tiempo.

Fuimos a la puerta de Bab el-Mansour y fuimos a su zoco, lleno de gente y vitalidad, rápidamente regresamos al autobús y volvimos a Larache.


A partir de este día ya no cogimos el autobús y comenzamos a conocer un poco más Larache, la ciudad donde regresábamos cada noche de nuestras jornadas turísticas por diferentes ciudades de Marruecos.

Nos levantamos un poco más tarde y visitamos una zona en la que las casas eran todas azules y blancas, las calles eran pequeñas y con un toque andaluz, aunque había un olor poco agradable por sus calles. Visitamos el puerto de Larache, donde no dejaban hacer fotos, allí se recibía mercancía y se exportaba a otros lugares. Al salir de allí, fuimos a una academia de música, adornada en su interior de azulejos coloridos, iguales a los patios andaluces.

A continuación fuimos al pequeño zoco de Larache. Varios alumnos marroquíes y españoles fuimos a un sitio, cerca de una playa en la que no es aconsejable adentrarse. Era un paseo de cemento por el que se llegaba a parir de grandes rocas, allí un alumno marroquí, Hamza, dibujó mi nombre en la pared y finalmente volvimos al hotel, a prepararnos para ir a los baños árabes.

En mi imaginación los baños árabes eran bastante diferentes a los que eran realmente, pero no por eso eran peores. Los baños se dividían en 3 salas, las 3 de la misma temperatura, había bastante humedad y teníamos un poco de dificultad para respirar. Allí, nos exfoliamos la piel y dos alumnas, Chaimae y Sanita, nos dieron masajes en la cabeza, piernas y espalda, salimos de los baños bastante cómodas y relajadas. Más tarde salieron los chicos que tardaron un poco más ya que los baños están divididos por sexo. Volvimos al hotel a descansar hasta el día siguiente.


Hoy es el último día que pasamos en Marruecos, y por ello, pasaron muchas cosas. Por la mañana fuimos a una escuela de pescadores donde se podía entrar a estudiar al acabar el bachillerato de ciencias, allí nos hablaron, de forma general, el funcionamiento de la escuela, echamos allí toda la mañana. Al salir fuimos al hotel, donde nos esperaban a Iñigo, Ángel David, Antonio Román, David Domínguez y a mí. Halima vino y nos llevó a su casa ya que nos había invitado a almorzar, fuimos la mitad del camino andando y la otra mitad en autobús, su casa estaba bastante lejos del hotel, vivía en una zona con las casas bastante deterioradas, ovejas y caballos por las calles.

Finalmente llegamos a su casa y conocimos a sus padres. La madre de Halima hablaba un poco el español porque estuvo un tiempo en Barcelona y luego volvió a Marruecos. Halima nos enseñó su cuaderno de español.

Nos pusieron de comer un grandísimo plato de Cus-cus y a todos nos sorprendió su tamaño, antes de comer, Halima nos pasó un cuenco y una tetera llena de agua, para lavarnos las manos y poder comer, comenzamos a comer con Halima.

Al terminar de comer, estuvimos un rato en la sala de estar, Halima vino y me pidió que la acompañase a otra habitación, donde me regalaron una chilaba para mi madre y para mí. Me sorprendió bastante, porque allí las chilabas no son muy baratas para ellos, y esa familia tenía varios hijos y el padre estaba en paro. A pesar de sus grandes dificultades me hicieron ese gran regalo, sin apenas conocerme, fue un gran detalle.

Me puse mi chilaba y dimos un breve paseo por esa zona, al regresar del paseo, le pregunté a la madre de Halima cómo volver hacia el hotel, me dijo que en autobús aunque yo prefería coger un taxi, para que me llevase con exactitud a la plaza de la Liberación, cerca del hotel. Pero antes nos prepararon un té con pastas y cacahuetes tostados.

Al ir camino a coger un autobús, David Domínguez paró a un taxi que pasaba por allí y nos montamos en él David, Iñigo y yo. A pesar de que Halima quería ir en autobús, y el resto de compañeros volvieron con ella en el autobús.

Camino al hotel en el taxi, vimos a un grupo bastante numeroso de hombres cantando algo con tono no muy alegre y llevaban a volandas una caja alargada de madera. No sabíamos exactamente a qué se debía pero el taxista aparcó y bajo del vehículo. Mis amigos y yo estábamos bastante preocupados sobre la situación y decidimos no intercambiar miradas con aquellos hombres por lo que podría pasar, al cabo de un par de minutos, el taxista regresó al vehículo y nos dejó cerca del hotel, donde intercambiamos experiencias con otros compañeros españoles, que habían visitado otras casas. Debíamos prepararnos para ir a una fiesta que se celebraba en un colegio de español allí en Larache.

Fuimos al instituto acompañado de los profesores y al llegar allí nos vestimos con las chilabas que nos habían regalado. Se celebró el derbi Sevilla Betis y varios españoles fuimos a un bar a ver el partido porque en el colegio español hubo una serie de fallos técnicos y no pudimos verlo allí. Al acabar el partido, volvimos a la puerta del colegio, donde comenzaron las lágrimas y las despedidas por motivo de nuestro regreso a Sevilla al día siguiente. Nunca me olvidaré de esos abrazos que di y recibí esa noche.