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Nos levantamos a las 8 de la mañana para poder ir a la playa, así que tomamos el desayuno en la cafetería, sobre las 10 nos montamos en el autobús para ver las vistas de una playa preciosa y solitaria situada en Moulay Bousselham y aprovechamos para hacernos fotos y hablar entre nosotros.

Más tarde, nos dirigimos a la reserva natural de Merja Zerga, donde paseamos en barcas y pudimos observar la belleza del paisaje lleno de diferentes tipos de aves volando ante nuestros ojos (Foto 5), al estar en la barca, hubo momentos en los que me detuve a mirar el agua de la laguna, ver cómo fluía y escuchar cómo chocaba con la barca, dejando de rastro una línea blanca como aviones en el cielo.

Me enamoré de aquel lugar al ver el contraste del azul claro de la laguna y las casas de tan distintos colores que se alejaban cada vez más de mi vista. Son pequeños detalles que te permiten encontrar la paz del paisaje y sentir que es un momento único.

Al acabar el paseo en barca, nos dejaron en una playa, esta vez si bajamos y pudimos pisar la arena.

Estando allí, varios alumnos españoles y marroquíes comenzaron a jugar a juegos infantiles, llenos de vitalidad, fue un momento en el que no importaba la edad de cada uno, ni lo mucho que se estuviese haciendo el bobo, lo único que importaba en ese momento era disfrutar cada instante, cada segundo, y sobre todo, disfrutar de la compañía entre los marroquíes y nosotros.

Poco antes del atardecer, nos dirigimos al autobús de regreso a Larache. Al llegar, fuimos al hotel a arreglarnos para más tarde salir a cenar con nuestros amigos los marroquíes.

Esa noche pude probar uno de los platos de allí llamado Pil Pil. Era bastante parecido a las gambas al ajillo pero su sabor era diferente. Al terminar de comer nos dirigimos al hotel y nos separamos de los marroquíes hasta el día siguiente.