Memorías de Marruecos : Un viaje inolvidable
Viernes 14 de marzo de 2014, un día señalado, un viernes normal para muchos, con toda la alegría que eso conlleva, pero para unos pocos ese viernes era especial, iba a ser el principio de un viaje que no íbamos a olvidar en nuestra vida.
Todo viaje empieza con una preparación previa, aquel jueves 13 de marzo justamente fue la entrega de notas en nuestro instituto, aunque no creo que eso le interese a nadie. Por la noche, terminé de preparar la maleta, la observé y pensé en lo que me iba a esperar, 8 días en un país extranjero, sin ordenador, consolas y cosas así, buf... En esos momentos pensé que me iba a morir de aburrimiento, e incluso pensé que me había equivocado con el viaje, que había sido un error.
Normalmente no me gusta equivocarme, pero esa vez me encantaba haberme equivocado, estaba completamente equivocado, pero no adelantemos cosas, demos paso al primer día.
Me levanté pronto, creo que serían las 6:35, teníamos que estar en el instituto a las 7:45 si mal no recuerdo. Abrir los ojos y moverme de la cama me costó lo suyo, la noche anterior me acosté tarde, craso error. Cuando llegó el momento de salir de casa me despedí de mis tres perros, les iba a echar de menos, la verdad.
Al llegar al instituto, no había apenas nadie, creo que el único profesor que había llegado era César y de alumnos el único que había llegado era Manuel, con el que me iba a poner en el hotel. Pasado un rato el resto de mis compañeros de viaje llegaron, excepto un par que se retrasaron, que llegaron cuando estábamos subiendo todas las maletas. Los de tercero iban a despedirnos, pero su viaje tan solo era a la playa de Bolonia, algo insignificante si lo comparamos con el viaje que íbamos a hacer nosotros.
Fueron dos largas horas en el autobús de camino a Algeciras, dos largas horas y media, qué poco me suenan ahora en comparación con esos eternos viajes de Marruecos, allí Adolfo nos leyó una de las memorias de una chica del año pasado, desde luego ella sí que le puso pasión a las memorias.
Tras llegar a Algeciras, nos despedimos de nuestros compañeros de tercero y nos encaminamos al puerto, algunos se ocuparon de llevar los ordenadores, a mí me tocaría más adelante, lo cual daría una anécdota bastante curiosa.
Rellenamos todo el papeleo vario y nos dirigimos a embarcar, pasamos con éxito por las aduanas y por todos los controles, había gente nerviosa, gente que ya echaba de menos su tierra natal, yo por mi parte, estaba listo para afrontar la prueba que iba a ser el viaje, una prueba que no era únicamente para mí, sino para todos los que íbamos, quizás algunos no sepan a lo que me refiero, pero estoy seguro, otros sabrán bien a lo que me refiero.
Subimos rápidamente al barco, y depositamos nuestras maletas y demás equipaje junto a nuestros asientos, rápidamente nos dividimos en unos dos grupos, tres si contamos a los profesores que iban por su lado, los de cuarto y los de ciclo. Nuevamente rellenamos el papeleo antes de que zarpase el barco.
Decidí explorar el barco, me llevé una pequeña decepción, apesar de ser un barco con buena decoración y algo grande no tenía una de las cosas que más esperaba ver: una cubierta exterior decente, y digo decente porque había una un pelín cutre al sur, pero no es que fuese lo que imaginaba precisamente.
Durante el trayecto empezamos a hacer algo que no pararíamos de hacer en todo el viaje: sacarnos fotos, en muchas de ellas salíamos como... bueno, ya os lo imagináis. Como dato curioso que descubrí, las paredes del baño son de papel, se oye todo lo que pasa en el baño contrario si habláis en voz alta.
El viaje duró una hora y media o así, desembarcamos rápidamente, Iñigo, Manuel y yo nos encargamos de cargar con los ordenadores, como era normal nos retrasamos un poco, espero que funcionasen porque al rato de llevarlos, pesaban un poco.
Como decía, nos quedamos un pelín atrás, íbamos junto a César y a Adolfo que nos ayudaban un poco con las maletas para que cargásemoscómodamente con los ordenadores. Cuando llegamos a tierra firme, el lugar en el que un autobús nos recogería para llevarnos a la estación marítima, excepto nosotros cinco, todo el mundo había subido ya al autobús, ahora viene la anécdota que comenté antes, no había más sitio en el autobús y tenía que irse sin nosotros, al principio pensé que era broma, pero no.
La cara que se me quedó al ver partir a nuestro transporte se puede describir fácilmente con una expresión coloquial muy común en internet, pero como esto es algo serio, lo dejo a vuestra imaginación.
César nos dijo que tardaría unos tres minutos en regresar, ahí empecé a comprobar que el tiempo en Marruecos pasa de una forma algo diferente, fueron no sé si 5 o 6 minutos pero desde luego no 3.
Finalmente volvió y nos recogió, estaba vacío, entero para nosotros 5. Bueno eso fue al principio, luego una señora llegó con tres sacos enormes que a saber que contenían y desde luego no estoy seguro de querer saber su contenido.
Nuestra llegada a las aduanas de Tánger, fue tan discreto que de no haber sido porque faltaban dos profesores me da que nos hubiesen dejado allí como si nada, bueno también estaban los ordenadores, así que de todas formas no se hubiesen olvidado de nosotros, o eso creo.
Los saludos ya estaban hechos, creo que nos saludaron únicamente tres chicas repetidoras y uno de los profesores de allí, obviamente no podía llegar como todo el mundo... Ahora que lo pienso, César aún nos debe una comida.
Algo típico de mi es desconfiar, y nuevamente lo hice y me aparté un poco de los marroquíes, cuando subimos al autobús que nos llevaría de camino de Tetuán me senté al fondo y por desconfiar me quedé sin compañero marroquí al igual que un par más, Jesús -uno de nuestros profesores- se sentó conmigo.
Ahora no recuerdo bien su nombre, pero tres más y yo comenzamos a hablar con uno de los profesores de español, menudo hombre, era de esas personas que no podían caerte mal. Nos explicó algunas cosas de allí y bromeó con nosotros como si nada.
La música empezó a sonar, y como si esta provocase una reacción química en algunos marroquíes saltaron al pasillo y comenzaron a bailar, si mal no recuerdo la primera valiente que saltó a la "pista" a bailar fue Cristina. Luego otros se animaron, como Pablo y creo que Marta Broca. En ese momento digamos que no le di importancia pero luego descubriría que los marroquíes aman el baile y el cante de una manera digna de admiración.
Durante las dos horas y pico de viaje se vio algo muy claro, nuestros nuevos compañeros cantaban mil veces mejor que nosotros, y con mil veces me estoy quedando cortísimo.
En fin, al llegar a Tetuán avanzamos un poco y lo primero que hicimos fue hacer un pequeño cambio en nuestras mochilas, nos las colocamos hacia delante ¿A que os suena eso? Si, a los típicos extranjeros, lo que éramos claro está.
Al principio Tetuán no me pareció nada del otro jueves, eso fue hasta que vimos las puertas del Zoco de allí, para los que no lo sepan, un Zoco es un mercado, excepto por algunas cosas que se vendían -como móviles y películas piratas- y por las ropas de ciertas personas, me dio la impresión de estar en una película o de haber retrocedido algunos siglo en el tiempo.
Ah, justo lo que buscaba ya estaba inspirado para escribir, recorrimos el Zoco a buen ritmo, nadie se perdió por suerte, vendían de todo, aunque no creo que fuese buena idea comprar nada, allí no tenían buen aspecto. Tras salir del Zoco nos encaminamos hacia el corazón de Tetuán.
No tardamos mucho, al llegar allí empezó el show, los profesores desaparecieron y nos dividimos así porque sí en dos grupos, los que supuestamente estaban con los profesores -y me refiero a los nuestros, César, Adolfo y Jesús- y los que íbamos con los de allí, y digo que empezó el show porque allí nadie sabía por dónde había que ir, parecía una canción "¡Eh habéis recorrido toda esta calle, se siente pero era por la calle contraria, así que a volver hacia atrás!" Así nos pasamos una hora.
Después de ese divertidísimo juego -nótese la ironía por favor- nos dirigimos hacia una especie de mercado, esta vez más moderno, antes de llegar desaparecieron como 6 o 7 personas del grupo, nada importante. Entramos en un edificio, luego bajamos por unas escaleras. Ese lugar... era un laberinto, como alguien se apartase del grupo podía considerarse perdido, por suerte, el profesor que venía con nosotros sabía por dónde ir.
Nadie se perdió durante el trayecto, al salir nos reencontramos con los que creíamos perdidos, entonces, el profesor se dio cuenta de algo, habíamos hecho un pelín de ruido y nos estaban rodeando mala gente, nada importante, pero por si acaso nos fuimos la plaza de Tetuán.
Allí nos reunimos ambos grupos, serían alrededor de las 18:30, César propuso -por no decir nos mandó- tomar un té, lo bueno es que nos invitaron. Bebí un poco del té, obviamente quemaba pero no sé cómo me acabe tomando tres vasos enteros.
Tras beber un poco de té, fuimos a donde el autobús debería estar esperándonos, y digo debería porque obviamente no estaba, los marroquíes siguieron de fiesta junto a algunas de nuestras chicas.
El trayecto en el autobús fue relativamente tranquilo, eso fue hasta que se apagaron las luces, entonces la oscuridad tanto de dentro como de fuera desató todas las ganas de fiesta habidas y por haber en gran parte de los presentes, por mi parte me dediqué a inmortalizar momentos como el siguiente.
Algo que aún no me entra en la cabeza es la habilidad de canto que poseían nuestros nuevos amigos. Que canten de maravilla en árabe es "normal", que lo hagan también en inglés tiene un pase, que además lo hagan en francés da hasta miedo, pero... ¡que canten en español nuestras canciones típicas mejor que nosotros! Son increíbles, eso es innegable.
Justo antes de que empezase la fiesta miré hacia el cielo y vi algo que me sorprendió, algo bastante normal pero que no era habitual verlo por las ciudades: las constelaciones, puede identificar la de Hidra y la de Orión, tras verlas me convencí a mismo, el viaje iba a ser genial y lo fue.
Tras no sécuántas horas de viaje, César anunció un pequeño cambio de planes, íbamos a ir primero a cenar y luego al hotel, aunque tardamos finalmente llegamos al restaurante, nos hicieron subir hasta la tercera planta y allí nos dividieron en aproximadamente cuatro grupos. Estábamos tanto españoles como marroquíes.
Había dos opciones pescado o pollo (y no, no es un chiste malo) tras pedir, tocó esperar y pasó algo que empezaría a ser costumbre, mi mesa fue la última en recibir la comida, mientras tanto picoteé un poco en el pan que había en la mesa, y menudo pan, estaba delicioso.
Tras un buen rato, trajeron la comida, bastante buena sí señor, para no variar en la sala había un cachondeo monumental, ese cachondeo no solo se mantendría durante toda la semana, si no que aumentaría más y más. Cuando todos terminamos de comer el grupo al completo se hizo una foto.
Nuevamente subimos al autobús, pero esta vez no hubo apenas hubo follón, serían las diez y pico de la noche, la gente entre la comida y el cansancio del primer día había perdido las ganas de fiesta. No tardamos mucho en llegar al hotel, allí entregamos los ordenadores y partimos a la que sería nuestra residencia aquella semana, un hotel de cuatro plantas con wi-fi en la primera. Cogí la llave de mi habitación, la 21 en la cuarta planta, curiosamente el llavero de mi llave era redondo en vez de cuadrado como el resto.
La habitación era simple, dos camas al fondo de la habitación, una más pequeña que la otra, un armario y una mesa al sur, y a cada lado de la habitación había dos muebles con un par de cajones. Nada más entrar a la izquierda estaba el baño... Tenía todo lo necesario, lavabo, váter y una extraña ducha, digo extraña porque ni si quiera tenía mampara, como os imaginaréis el sitio se quedaba encharcado tras una buena ducha. Hablemos del váter, probablemente tendría un ecosistema entero viviendo, lo sucio que estaba no era normal, para rematar la faena nuestro baño tenía goteras y cada vez que tirabas de la cisterna salía un chorrito de agua de al lado del váter, más adelante me enteraría de que nuestro baño era el único que tenía goteras y fugas, fantástico.
Después de acomodarme en la habitación tomé algunas notas del día y esperé a que mi compañero -Manuel- volviese de hacer el idiota. Cuando volvió nos quedamos fritos al rato, serían alrededor de las una de la noche.
Durante esa noche, escuché un ruido proveniente de la calle, en ese momento no lo identifique, parecían cánticos o también sirenas o una nave alienígena, fuese lo que fuese me daba igual, yo quería dormir y eso hice hasta las 6 y pico cuando amaneció por completo y como Manuel y yo fuimos tan listos de no echar al menos la cortina -ya que no teníamos persiana- nos despertó la luz del sol. Habíamos dormido unas 5 horas y tocaba un largo día de caminata, genial.
Durante el primer día me di cuenta de quienes serían los marroquíes más conocidos al final del viaje, Zacarias, Kauta y Salimah. Y no me equivoqué.
Finalmente nos levantamos y bajamos a desayunar, pero antes teníamos que cambiar dinero, había gente que ya lo había hecho pero muchos otros -entre los que me incluyo- no lo habían hecho.
Mientras cambiábamos el dinero y desayunamos los marroquíes vinieron, en un rato, en cuanto los profesores vinieran saldríamos hacia MoulayBouselham. Nuevamente el autobús fue un caos de canciones en árabe, español, inglés y francés, como era normal los marroquíes llevaban la voz cantante, literalmente.
Durante el largo trayecto, Adolfo decidió leer un pasaje de las memorias de una chica que fue el año pasado, cuando terminó de hablar volvió a su asiento, casi no lo cuenta, el techo de cristal que tenía el bus en un parte se rompió y por poco no nos quedamos sin uno de los profesores. Llegamos a la playa de Bouselham, allí paramos en el paseo marítimo para hacernos fotos, sí muchas fotos. Una vez terminada la sesión fotográfica avanzamos un poco con el bus hacia la Reserva de Merja Zerga. Bajamos un poco antes de llegar a la reserva y la contemplamos desde lejos, para no variar nos sacamos algunas fotos más. Oh, casi se me olvida decir esto, ya ese día se empezaba a notar el culebrón amoroso, ya sabéis a lo que me refiero los que estuvisteis en el viaje. La Reserva parecía más un mercado, había gente allí y allá vendiendo y exponiendo sus capturas de pescados, los pájaros estaban protegidos, nos dividimos en 5 grupos, cada uno se subió a una barca y empezó una travesía por aquella reserva, pájaros de todos los tipos y colores revoloteaban tranquilamente hasta que nos acercamos.
Fue un viaje genial, la brisa marina era refrescante y acompañaba a la tranquilidad del paisaje, lo único que perturbaba aquel maravilloso silencio era el motor de nuestra barca. Ahora que lo pienso hubiese sido divertido que alguien se cayese al agua, una pena, nadie se cayó aunque hubo gente que estuvo apunto. Las barcas nos dejaron justamente en la playa, allí comeríamos, si habíamos traído comida preparada, y pasaríamos el rato hasta las 17:30 momento en el que es bus nos recogería donde nos dejó.
Durante ese rato hicimos todo tipo de juegos en aquellas arenas, más de uno comió arena pero esa era la gracia, hubo gente que se fue nada más terminar de comer, algunos de los juegos que se jugaron fueron, sumo, salto de longitud y un intento del pañuelito, además de varios intentos de juegos que duraron apenas unos instantes. Cuando ya casi eran las 17:00 decidimos ir hacia la ciudad para investigar un poco, entramos en algunos bares y tiendas varias, nada interesante. Nuevamente subimos al autobús, y volvimos a Larache con la habitual fiesta y con las habituales fotos absurdas.
Llegamos al hotel y algunos nos cambiamos de ropa para empezar una larga noche llena de emociones, o al menos yo si tuve unas pocas... Primero dimos un par de vueltas por las tiendas más cercanas al hotel, luego alrededor de las 21:00 o más tarde intentamos ir a cenar. Digo intentamos porque nuevamente nos perdimos, dimos vueltas y todo ese rollo, típico, aunque al menos, te lo pasabas en grande. Un dato curioso es que al parecer allí no hay celiacos, o eso parecía, Lucía tuvo más de un quebradero de cabeza a la hora de pedir.
Finalmente, comimos en dos grupos en una pizzería llamada Tutifruti, restaurante que visitaríamos a menudo, o al menos yo. Para no variar la fiesta continuaría hasta en la cena. Ahora que me acuerdo, el techo de ese restaurante, mejor dicho, el techo de la segunda planta, estaba hecho a prueba de altos, Ángel y yo casi nos dejamos la cabeza allí. Después de eso, Kauta y Zacarias nos llevaron a dar una vuelta al paseo marítimo de Larache, craso error para las horas que eran.
Os explico la situación que se dio, un tío, me dice "Amigo, nos vemos mañana" y se apoya en mi hombro, me giro ¿y sabéis lo que veo? cuatro tíos de más de 1.90 que no había visto antes, no sé porqué eso no me daba buena espina, uno de ellos me dio un ligero toque en el bolsito en el cual llevaba todas las cosas de valor y me lanzó una sonrisita, no hacían falta palabras para saber lo que me estaba diciendo "¿Cuánto y qué llevas? porque me lo vas a dar todo ¿sabes?" por suerte Zacarias se dio cuenta de lo que pasaba, me apartó de esos cuatros y el grupo al completo salimos corriendo hacia el hotel.
¿Os esperabais que me robasen? Pues os quedáis con las ganas, ja.
Subimos al hotel y comenzamos a contar lo que había pasado al resto del grupo, y ¿sabéis lo gracioso? que según Zacarias, eran más de 4, como 10 o así, nos íbamos a reír todos mucho si no hubiésemos salido corriendo. En fin otro día más lleno de risas y de tonterías, ah sí, por la mañana me di cuenta de que era el ruido ese que escuche a las tantas de la mañana Era la llamada a la oración, que tendría la suerte de escuchar todas las noches que estuvimos allí.
Se liaba bien en el bus, pero en el hotel por la noche la cosa no se quedaba atrás Esa noche descubrimos que la cuarta planta tenía una terraza bastante apañada donde varios días nos montaríamos varias reuniones con fiestecilla incluida.
Directos a la cama, al día siguiente tocó madrugón del bueno, nos acostamos a las dos de la mañana, y nos despertamos a las 6:30 de la mañana. Bueno, algunos empalmaron y se tiraron toda la noche de juerga.
Desayunamos y todo el rollo, yo me levanté a duras penas, como el resto, si mal no recuerdo. Varios chicos -entre los que no me incluyo- durmieron en la misma habitación, a saber lo que pasaría allí.
Por la mañana me enteré de que teníamos a varios malos del estómago, las especias marroquíes estaban haciendo de las suyas, creo que los dos primeros en ponerse malos fueron Ángel y no me acuerdo quien más.
La travesía en el autobús fue tan animada como de costumbre pero al mismo tiempo agitada, el camino hacia la montaña del Rif era largo y complicado, tan complicado que Ángel no lo aguantó y acabo vomitando. No fue el único que acabo tocado, varios más estaban mareados y estuvieron apunto de ir por el mismo camino, pero por suerte no cayó nadie más y llegamos enteros a la Montaña del Rif tras 4 horas y media.
Llegamos y nos dividimos en dos grupos, cada grupo fue a un microbús, uno más pequeño en el que precisamente fui yo y otro más grande en el que incluso te podías subir ya que había vaca, fue un camino de media hora -española no marroquí- hasta el principio del camino.
Allí comenzamos a ascender la montaña con la ayuda de dos burros. El que estuviese cansado podía subirse en ellos, lo que aún no sé es como pudo el burro subir toda la montaña y bajarla sin despeñarse, misterio marroquí.
Ese día descubrimos que el tiempo marroquí no era igual al tiempo español o al que puede haber en cualquier país del mundo, supuestamente el camino era de una hora y digo supuestamente porque tardamos como tres horas ida y vuelta, el camino no era muy complicado pero hacia lo suyo de sol y las bromas de César no ayudaban, me quedo con la mejor que hizo ese día "Anda que vaya sitio para poner un McDonalds..."
El paisaje por el que caminábamos si te parabas a mirarlo era increíble, daban ganas de pararse una hora marroquí a mirarlo, o incluso en el caso de las mentes más enfermas a dar un saltito sin retorno. El camino se volvió estrecho más o menos a la mitad, como dieras un paso en falso, no lo contabas así de claro.
Nuestro guía, Sancho era... ¿un payaso? no sé cómo describirlo, bien, no estaba bien de la cabeza, te partías el pecho con él, pero si te pasabas riéndote no te ibas a reír más. Sí, nuevamente insisto en lo bonita que podía ser la caída.
Tras no sé cuánto tiempo de camino paramos en la zona del Puente de Dios, cerca de un puesto de bebidas, mucha gente compró bebidas, desde luego les alegramos el mes, una vez pasados unos 20 minutos empezamos a hacer el camino de vuelta, había hambre y César nos volvió a gastar una broma con el tema de la comida, casi nos tragamos su trola sobre que teníamos que habernos traído la comida de casa.
Volvimos sobre nuestros pasos hasta la mitad del camino, allí nos esperaban dos esterillas. Obviamente nos volvimos a dividir en dos grupos, nos pusieron un plato de chícharos y pan para comerlos, sin cubiertos y con la fauna local. La comida voló, lo que no voló fue una especie de salsa extraña con un color...poco apetecible, tonto de mí decidí probarla... La comida marroquí es exquisita, excepto eso, eso... Fuese lo que fuese, tras probar un bocado del pan con el que mojé la salsa me entraron ganas de vomitar, nadie más lo probó y bien que hicieron. Mención especial al bicho que murió al querer entrar en el plato de chícharos y que nos hizo compañía hasta el final. Después tomamos un té y más fotos, muchas más fotos.
Bajamos lo que quedaba de montaña, pero la vista que tuvimos compensó todas las penurias pasadas: César y Adolfo se subieron en los burros, y sí, lo grabé entero al detalle. Cuando bajamos, Sancho, el pirado de nuestro guía, nos quiso llevar a dar una última vuelta por una zona en la que había un par de cascadas, diez minutos ida y diez vuelta, no se lo creía ni él. Blas el veterano del grupo nos dijo una frase muy inteligente sobre el tiempo marroquí: "Diez minutos marroquíes equivalen a dos horas y 20 dirhams".
Cuando bajamos y empezamos a recorrer la ruta vimos un puesto, obviamente como buenos guiris que éramos no podíamos resistirnos a comprar recuerdo por absurdos que fuesen, en ese momento no había tiempo así que poco compramos.
Empezamos el recorrido, unas preciosas cascadas formaban un río de aguas cristalinas, escuchamos un ruido a lo lejos: una fiesta marroquí. Como es normal, fuimos, y como también es normal dos de las tres Marías, Patricia y Julia salieron a bailar y a embelesar a todo el público, varias y varios más se sumaron como César y Adolfo o Cristina y Marta de ciclo si mal no recuerdo.
La fiesta acabó y volvimos a los puestos, las tres Marías y Lucía Vélez se compraron unos sombreros que poco tenían de marroquí, eso eran sombreros mexicanos de toda la vida, que seríamos guiris pero no tontos.. .En algunos casos.... Volvimos en los dos autocares y subimos al autobús, la fiesta volvió a reinar, no sé de dónde demonios sacan los marroquíes esas energías. Las luces se apagaron y se desató la locura, yo preferí dormir, el bus era cómodo para dormir excepto por los cánticos de esta gente que me caen de maravilla pero yo quería dormir y no me dejaban. Cinco horas más de autobús, parecía que era nuestro verdadero hotel.
Esa noche no recuerdo que pasase nada destacable, alguna fiestecilla suelta pero nada importante, y como ya he dicho volví a oír la Llamada a la Oración.
La mañana del lunes trascurrió con normalidad, desayunamos, subimos al bus con los marroquíes y directos a Rabat. Cinco horas más de viaje, nada importante pero no era capaz de seguir el ritmo marroquí y estaba pensando en huir a las líneas delanteras del lugar.
En fin, que llegamos a la Chellah de Rabat, un lugar precioso repleto de una vegetación preciosa y ¡gatos! Unos cachorros de gatos que fueron la atracción principal de casi todo el grupo, creo que nadie se quedó sin hacerle fotos o cogerlos y todo eso, con los gatos nos pasamos como media hora, los pobres e indefensos debieron de haber acabado hasta los bigotes de nosotros.
Y si, seguimos con las fotos, más fotos y más fotos, diciéndolo así parece que apenas pudimos disfrutar de la naturaleza pero al menos el suelo de allí disfrutó de mi rodilla, menuda caída más tonta, pero bueno, no es una excursión de 4-B si no me caigo, así que tenía que sacrificarme.
Los restos de aquella ciudad eran impresionantes, combinados con aquella vasta naturaleza daba lugar a un paisaje de película, lo que también era de película era el tamaño de las avispas y avispones, tenían pinta de matar elefantes.
Una vez terminada la visita llena de ruinas, pájaros-que aunque no los haya nombrado había- gatitos, insectos tamaño XL y fotos, muchas fotos, subimos al autobús directos a la Torre de Hassan justamente al lado del Mausoleo de Mohamed V y Hassan II. No íbamos a tardar apenas unos minutos pero la fiesta había empezado nada más salir de la Chellah.
El Mausoleo de los dos anteriores reyes de Marruecos estaba justo en frente de la torre Hassan, la gemela de Giralda. A las puertas de ese lugar había dos soldados a caballo, también un hombre que con una sustancia extraña -llamémosle sustancia porque a mí me parecía otra cosa- pintaba en los brazos o manos de la gente que quisiese palabras en árabe.
La zona en la que estaban el Mausoleo y la torre era una explanada al aire libre con un suelo blanco, adornado con algunas columnas de dos metros como mucho, según César, la torre Hassan estaba a medio hacer por razones históricas que no es que no me acuerde, es que no me apetece contar. Si lo piensas era curioso que estuviese a medio hacer, eso es más típico de españoles que de árabes pero bueno.
Fuimos directos al Mausoleo después de fotos, más fotos. Había un soldado apostado a cada extremo del lugar e iban armados y por lo que cuentan la puntería de los soldados marroquíes da miedo, por suerte no tuvimos que comprobarla. Entramos y allí vimos como en un nivel inferior había tres ataúdes, uno grande en el centro y dos más pequeños cada lado además de un hombre cantando no sé qué en árabe. Como es normal, sacamos fotos, a mí se me quitaron las ganas cuando un soldado me echó una mirada asesina por los ruiditos varios de mi cámara, ya sabéis a lo que me refiero los que vinisteis.
Fotos de nuevo y fuimos andando a comer un restaurante, nada muy nuevo, hamburguesas,pizzas y cosas así. Fiesta de nuevo antes y después de comer. Había algunas personas que seguían malas del estómago, una pena.
Finalmente, tras la comida, fuimos al bus que nos dejaría en la Kasbah de los Oudaias, una especie de castillo en cuyo interior había un jardín, lo más destacable de aquella visita -aparte de los gatos, que no se acababan- fue una fiesta marroquí, no de los alumnos que iban con nosotros sino de unos que estaban allí, una gran fiesta, con toda la locura típica.
Después, nos encaminamos al Zoco de Rabat, imaginaos una calle interminable con toda clase de puestos a los lados y en el centro, pulseras, obras artesanales, ropa deportiva de imitación, etc...
Según los marroquíes había que ir rápido, entre la multitud y que cada uno íbamos a comprar lo que queríamos sin atender al resto nos dividimos en dos grupos, un grupo más adelantado y otro más atrasado.Yo formaba parte de este último grupo. Uno de los momentos más...extraños de todo fue cuando de pronto escuchamos unos cánticos, un hombre mayor pasaba por el Zoco, no era muy normal, sus ojos estaban en blanco y además los tenía entre-abiertos, es difícil de explicar, pero la visión no era precisamente bonita, muchos pensaron que era lo más cercano a un zombi, y aunque suene cruel yo también lo pienso.
Cuando al fin conseguimos salir de ese interminable mercado nos tocó la parte más emocionante del día, teníamos que recorrer un buen trecho de calles hasta llegar a la plaza en la que el autobús nos esperaría, era noche cerrada, no recuerdo bien la hora, supongo que alrededor de las 19:30 o así. Pasamos las calles más "simples" sin apenas apuros.
Algo que me conmovió, fue cuando Lucía-de ciclo- y creo que Belén vieron a unos niños pequeños y les dieron unos cuadernitos, las caras de felicidad de aquellos niños con algo tan simple...El viaje había merecido la pena, desde luego.
En Marruecos no hay casi semáforos y si los hay, están hechos para una cosa, para saltárselos, eso comprobamos mi grupo y yo cuando pasamos una rotonda corriendo y casi nos atropellan, nada importante. Finalmente llegamos al punto de reunión poco antes de las 20:00 y descubrimos algo curioso, faltaba todavía otro grupo entero que o estaba en el Zoco o estaba de camino, y también los profesores, para no variar.
Diez minutos más tarde, el tercer grupo llegó, obviamente sin los profesores los cuales llegaron 20 minutos más tarde justo para coger el bus y volver a Larache. Volví al fondo del autobús, esa vez, no estaba dispuesto a seguir la fiesta marroquí, quería dormir un poco. Varios días durmiendo 5 horas o menos no sienta bien. Así que, tras un par de horas de viaje, decidí huir a las líneas delanteras-más simple, a la parte delantera- del lugar.
Allí me senté en un sitio libre y pasé el resto del viaje hablando cómodamente sin gritos ni canciones, en paz y tranquilidad. Bueno, con la relativa paz que se puede tener con la fiesta del fondo pero era mejor que estar en el centro de ese bullicio.
Tras creo que fueron 4 o 5 horas de viaje llegamos Larache, a esas horas todo estaba cerrado, excepto el Tutifruti -restaurante que ya comenté antes-, no había nada más abierto.
La noche pasó en calma hasta que de nuevo la Llamada a la Oración me volvió a despertar, desde luego no iba a echar de menos esos cánticos por muy sagrados que fuesen. La mañana del marte amaneció como todas las mañanas que llevábamos, a las 8:30 pasadas subimos al autobús de camino a Meknes. Algo que empecé a notar es que nuestro grupo -me refiero a los españoles- estábamos algo mas unidos, quizás tras ese interminable viaje por el Zoco de Rabat nos habíamos unido más.
Al igual que la noche anterior, decidí quedarme en la parte delantera, me apetecía relajarme sin tanto follón, el viaje fue tan largo como de costumbre, pero César decidió hacer un pequeño cambio en el viaje, no iríamos a Meknes primero si no iríamos a Ifran, un pueblo cercano
Ifran chocaba bastante con lo que habíamos visto de Marruecos, era como uno de estos pueblecitos del norte de Europa, tan solo faltaba la nieve. El día estaba nublado lo que a mi parecer mejoraba aún más el paisaje. Tengo que admitir que aquel lugar hacia que me entrasen ganas de tumbarme en el césped a disfrutar de la brisa, pero había hambre y no es que hubiese mucho tiempo para relajarse.
Todo iba bien, cuando ya estábamos todos sentados a la mesa esperando que nos sirviesen la comida me percaté de que Iñigo, Cristina y algunos más no estaban, me levanté para ver donde estaban y los vi sentados en un bordillo. Los dos nombrados -Iñigo y Cristina- estaban llorando y los ánimos del resto que estaban allí no eran precisamente buenos, al parecer unos tipejos le habían dado una brutal paliza a un perro porque sí, no voy a exponer aquí todo lo que me dijeron que le habían hecho, pero tened esto claro, como en todas partes hay de todo, no solo había marroquíes geniales como con los que viajábamos si no también personas que merecían sufrir las peores torturas posibles y morir pidiendo piedad.
En fin, comimos unos pinchitos de cordero deliciosos y después fuimos a dar una vuelta por el lugar.
Normalmente suelo estar en mi mundo, pero presto atención a lo que me rodea pero ese paisaje me obligaba a permanecer absorto en mis pensamientos, poco a poco llegamos a una especie de lago, digo especie de lago porque había un par de charcos en un espacio en el que quizás hubiese habido agua en el pasado, aunque a mí me pareció una visión fascinante, sería el escenario perfecto para el altar de algún tipo de ser místico.
A esto me refería con que se me iba la cabeza, algunos profesores y alumnos se pusieron a jugar a un juego más parecido al rugby que a otra cosa, yo pasé. Estaba demasiado absorto en mis pensamientos, aunque ahora que lo pienso es raro que ningún profesor saliese herido, para no variar nos habíamos dividido en dos grupos o más, no los conté.
Tras esto dimos un largo paseo de vuelta al autobús y nos subimos, nuestro nuevo objetivo era el Zoco de Meknes. Cuanto más avanzábamos más claro teníamos que no íbamos a pasar ni una hora en el aquel mercado. Y no nos equivocábamos, César anuncio que haríamos una visita exprés de media hora -española- el que se quedase atrás podía empezar a aprender geografía marroquí para volver a Larache.
Bajamos y empezamos a andar rapidito. Los edificios eran de una arquitectura bastante cuidada no nos paramos apenas a mirar nada. Recuerdo un puesto de gorras y algunas cosas así pero nada específico. El trayecto fue de media hora justa, serían las 20:00 o así y subimos nuevamente al autobús, por primera vez los marroquíes comenzaron a estar ligeramente más apagados y cansados lo cual me sorprendió y dio señas de que eran humanos lo cual me tranquilizó un poco, pero aun así la fiesta no decaía apenas.
Cuatro horas y pico, pero las últimas al fin y al cabo, íbamos abandonar ese autobús en cuanto llegásemos a Larache, no sé cuánto tiempo pasamos, pero no fue poco eso desde luego. Al llegar nos hicimos una foto en grupo con el bus con el conductor incluido. Creo que hubo un follón en el hotel esa noche, pero no recuerdo cuál de todos fue.
El miércoles nos levantamos más tarde Ese día no tuvimos que coger autobús, simplemente íbamos a dar una vuelta por aquella fantástica ciudad que nos acogía, principalmente el Zoco y el puerto.
El Zoco –o mercado- Chico tenía tres tipos de puestos principales: ropa, chatarra varia y comida. Digo chatarra porque os podías encontrar desde un taladro estropeado con más años que yo hasta un Nokia tipo ladrillo. La ropa, por suerte era de calidad normal. No quise pararme mucho en la comida pero allí había muchos animales vivos que no iban a tardar mucho en dejar de estarlo. En cuanto al mercado era de los más típico, un mercado árabe de esos que podéis ver en las películas, lo único que faltaba era alguien echando los puestos abajo, pero no era un detalle que quisiese ver.
Finalmente llegamos a una plaza que daba a un torre, muchos se quedaron en la plaza jugando al fútbol, yo preferí subir a la torre: Las vistas desde allí eran bastante buenas, al parecer esa torre se usaba como conservatorio de música, por eso debíamos guardar silencio -cosa que hicimos a groso modo-
El puerto era un lugar con el clásico olor a puerto, ya sabéis, pescado de todos los tipos y olores, si sois sensibles al olor os ibais a morir, en cambio si sois como yo que un mal olor os trae sin cuidado no os pasará nada. Había algunos barcos faenando y otros anclados, también vimos a algunos marineros arreglando con hilo y aguja sus redes.
Tras salir del puerto un hombre nos dio un discurso, creo que era el padre de alguno de los marroquíes, en resumidas cuentas nos dijo que Marruecos y España eran países hermanos y que Larache y en general Marruecos siempre sería nuestra casa, muy bonito sí señor, el hombre se notaba mucho que lo vivía.
Ahora tocaba tiempo libre, teníamos hasta las 18:30 para hacer lo que quisiésemos. David -también conocido como Pingu- y yo durante ese rato dimos otra vuelta por el Zoco y él se compró un mando para PS3 por 120 dirhams lo que son unos 12 euros, lo más gracioso de todo es que Gabriel, uno de los chicos marroquíes dijo que regateando un poco lo podía haber sacado por aproximadamente 6 euros.
Tras eso dimos una vuelta por el paseo marítimo -esta vez sin accidentes-. Llegamos hasta la playa rocosa y allí estuvimos un rato tomando el sol y pintando dibujos con pintura y spray en las paredes.
Tocaron las 18:30 y volvimos al hotel listos para partir a los Baños Turcos, para llegar a los baños tuvimos que subirnos de tres en tres en unos taxis que te llevaban a donde quisiésemos por un euro. Yo me subí junto a Manuel y a Ángel.
En Marruecos no debe de haber límite de velocidad y si lo había se lo pasaban por ahí El taxi fue bastante rápido y tampoco es que se fijase mucho en la carretera, parecía darle más importancia a hablar con nosotros que en saber a donde tenía que girar. Llegamos enteros a los baños donde el resto nos esperaba. Si estás leyendo esto y quieres ir el año que viene te voy a destrozar una de tus posibles ilusiones: los baños no son mixtos, los hombres por un lado y las mujeres por otro. Zacarias fue el único marroquí que vino con nosotros, nos cambiamos y accedimos a los baños.
Ellos lo llaman baños, yo prefiero llamarlo Sauna, en la primera sala en la que entramos era eso una sauna, antes de entrar nos dieron unos cubos, a los lados de la sala había grifos agrupados en pares, uno para el agua caliente y otro para el agua fría. Antes de llenar mi cubo pasé a la siguiente sala pensando que esa sería más fría, nada más lejos de la realidad, era aún más caliente. ¿Y la tercera?, un infierno: los pies me quemaban al andar por ahí, poco a poco fuimos llenando los cubos y mojándonos con ellos, desde luego aún me parece raro que nadie sufriese quemaduras, entre el agua ardiendo y los cuarenta grados de la sala no hubiese sido raro.
Los alumnos permanecimos prácticamente todo el tiempo en tercera sala. Los profesores en la primera. No sé como pero aguantamos más de una hora, hasta que tocó la hora de salir. Durante aquella hora Zacarias nos fue dando uno por uno un masaje. Ahora os preguntaréis: ¿no hubo ninguna anécdota digna de contar?
Hubo varias. Primero nos saltamos todo lo que estaba prohibido y lo hicimos: tirarnos cubos enteros, subirnos a ellos, etcétera. Segundo: Blas confundió a un hombre con Iñigo y le lanzó un cubo lleno de agua hirviendo, el hombre se giró y le dijo algo a Blas en árabe, no creo que fuese "¡Dame más!" precisamente.
Tras la hora salimos de los baños: Las chicas habían salido hace media hora. Como dato curioso, los primeros grupos se fueron en taxi pero los últimos tuvimos suerte y un autocar nos recogió a los que quedábamos rumbo al hotel.
Dimos un par de vueltas por la ciudad al llegar, luego se formó un grupito la mar de interesante: David Domínguez, Lucía Vélez, Carlos,Yarita y yo, para no variar compramos la comida en el Tutifruti y cenamos en el rellano de la cuarta planta. Durante la cena hablamos e hicimos un poco el idiota, a los pocos minutos de terminar de cenar, oímos unos golpes en la segunda o en la tercera planta, aún no sé quiénes fueron, pero despertaron el enfado del conserje que subió hecho una furia maldiciéndonos en árabe -o eso creo- Nosotros, echamos a correr a mi habitación.
Pasaron unos minutos, no sé cómo el tío supo donde estábamos y llamó a la puerta, abrí y me echó una curiosa bronca levantando el dedo índice y gritando "¡Atención!", y algo de que si él no dormía no dormía nadie, no le di mucha importancia.
Cuando el tío se fue Patricia nos dio un susto de muerte llamando a la puerta, habló un par de minutos y se fue. No sé cómo al rato en mi habitación se reunió más de la mitad de 4º, tanto A como B, y obviamente hicimos el idiota hasta las tantas. Manuel lo sabe mejor que nadie, acabó con un buen pegote de espuma de afeitar cuando se quedó frito.
A las tres de la mañana o así se fue todo el mundo. Nada más irse Manuel y yo nos quedamos fritos, yo hasta las 5 cuando la santísima Llamada a la Oración me despertó nuevamente.
Jueves, ese día nos tocó ir por la mañana a la academia náutica, no sé si la charla fue un poco aburridilla o yo quería dormir un poco más de cinco horas pero casi me quedo dormido. Allí nos explicaron todo lo que se daba en la academia, y que se necesitaba para entrar allí, incluso nos dieron un libro de lo que sería el primer curso de aquella escuela.
Llevo tiempo sin comentarlo pero sí, más fotos, muchas más fotos, estábamos apunto de cogerle algo de manía a las fotos, o al menos yo le empecé a coger cierta manía a las cámaras, aunque cada vez que tocaba ponerse para unas fotos era una risa.
Antes de volver al hotel fuimos a la tienda de té y especias, algunos se dejaron un buen dinero allí. Por poner un ejemplo, Manuel compró un kilo de té, otros también compraron cantidades notables de té y otras especias. Pensándolo bien, las especias eran las culpables de que medio grupo hubiese caído con dolor de estómago, no sé qué tendrían pero desde luego no lo resistíamos bien, yo tuve suerte y no pasé ningún tipo de apuro.
Tras eso Halimah nos invitó a Lucía Vélez, David Domínguez, Iñigo, Ángel y a mí a su casa a comer, fue una aventura bastante curiosa e interesante si lo miramos desde otro punto de vista. La seguimos hasta que cogimos un autobús que costaba tres dirhams, y llegamos a un zona… casi rural, con cabras, ovejas y animales así, para que nos entendamos más rápido una mezcla del polígono San Pablo y de las tres mil pero aún peor.
Avanzamos animadamente hasta su casa, una casa pequeña pero bastante apañada, saludamos al hermano de Halimah antes de entrar y una vez dentro pasamos al salón de la casa y saludamos a sus padres. El niño nos tenía miedo, o eso daba la sensación.
La mujer nos puso primero las bebidas: Coca-Cola y agua, creo que fue. Poco después nos sirvió el plato más típico de allí: cuscús. Nada más probarlo sentí una explosión en mi boca, pero no una explosión de sabores, una explosión a secas, estaba delicioso pero casi me dejó allí las papilas gustativas de lo que picaba, después de semejante manjar nos pusieron un poco de fruta como postres.
Una vez terminada la comida le dimos los regalos que habíamostraído, el más destacable fue el que hizo Ángel al chico, unos simples colores y unos cuadernos de dibujó El niño mostró una impecable sonrisa de oreja a oreja.
Algo que desde luego se me quedó grabado a fuego, fue la expresión del niño y en general esa comida, no nos conocían de nada, pero aun así nos lo habían dado todo, por poco que tuviesen nos lo habían dado, no parecían una familia rica precisamente, pero estaban mucho más llenos que muchas familias podridas de dinero Incluso regalaron a Lucía dos chilabas. Para mí, fue una comida conmovedora.
Tras la comida salimos a dar un agradable paseo por aquella zona. AHalimah se le unieron dos amigas marroquíes más y un chaval Nos lo pasamos en grande, aunque apenas nos entendiésemos. Una vez terminado el paseo decidimos volver al hotel. Lucía, David e Iñigo se empezaron a sentir un poco mal y se adelantaron en taxi. Ángel y yo decidimos seguir disfrutando de aquel agradable rato, pero como el tiempo se no echaba encima, ya que teníamos que estar en el hotel antes de las 17:30 para prepararnos para la fiesta de despedida que comenzaría a las 18:30, por lo tanto, decidimos coger un autobús e ir directos al hotel.
Tras eso, varios nos reunimos y echamos el rato, hasta la que llegó la hora Por suerte preparé la maleta, íbamos a llegar un pelín tarde así que prefería dejarlo todo preparado. Al final salimos algo tarde y llegamos al Colegio Luis Vives alrededor de las siete de la tarde. La gente estaba emocionada, en apenas una hora iba a ser el derby sevillano En teoría íbamos a verlo en la pantalla del salón de actos, pero la cosa no funcionó.
La gran mayoría de las chicas se vistieron con las chilabas que les habían regalado. César quería hacer un concurso de Miss Larache y todo -obviamente era broma-. Aquí tenemos a nuestras chicas vestidas y subidas al escenario.
(Si, la calidad de mi cámara ya no era lo que era al principio)
La fiesta comenzó alrededor de las 19:35 y cuando digo fiesta no era una tipo marroquí, eso era una fiesta de discoteca de toda la vida. Poco a poco llegó la hora del derby, y seguía sin verse nada en aquella pantalla, pero como cabría esperar de César tenía un plan B y no sería raro que tuviese un plan C. En fin, el plan B consistió en un bar que si tenía el derby y en español, por lo tanto muchos salieron disparados hacia el bar en cuestión
Por mi parte decidí quedarme en la fiesta, los que me conocéis pensaréis "¿Este tipejo bailando? ¡Ahora sí que quiero ver fotos". Pues no, me senté con Mayte, quien tampoco iba a bailar y además de comentar la fiesta me dediqué a sacar toda clase de fotos y os puedo asegurar que saque todo tipo de fotos bastante curiosas.
Salí de la fiesta cuando serían las 21:30 o así, justo cuando aumentaron demasiado el volumen la de fiesta, o al menos demasiado para mi gusto, tras eso algunos nos dedicamos a dar vueltas por el lugar y a hablar. Cuando fueron las 23:00 el Betis iba perdiendo 2-0, así que la cosa estaba interesante. Cuando salimos de la fiesta, media hora -española- más tarde tocó el momento de las despedidas, lágrimas por todos lados. Algunos lloraban por una doble decepción, no solo iban a dejar a sus nuevos y grandes amigos si no que el Betis había perdido aquel partido.
Yo no soy de esos que lloran.... Sonará un poco frio por mi parte, pero no encontré razón para llorar, es muy triste eso de despedirse llorando, lo suyo es despedirse con una sonrisa y con un hasta pronto.
De pronto escuchamos un escándalo a lo lejos. No, no estaban celebrando la derrota del Betis, era una boda. Algo típico de allí es montar escándalo y una gran fiesta por lo que sea, pero ese era momento de alegría Alrededor de una especie de carroza había toda una banda tocando, una forma de casarse bastante curiosa.
Fui de los primeros en llegar al hotel, las lágrimas continuaron allí, hasta que finalmente los marroquíes se fueron: No había tanta pena cuando la mitad del hotel estuvo de fiesta hasta las tantas.
Manuel y yo compramos una pizza y nos despedimos del hombre del Tutifruti, del cual nos habíamos hecho amigos durante esa semana. Le compramos una última pizza y subimos a nuestra habitación
Después acabamos hablando hasta las tres de la mañana o así con Blas, Papá Fran, Marta y Guadalupe. En ese momento lo pensé: ¿cómo era posible que en una semana hubiésemos desarrollado aquellos lazos? No solo con los marroquíes si no con los de nuestro propio grupo. En esa semana nos habíamos conocido más que en tres o cuatro años que estuvimos en la misma clase. Vimos a Lucía hablar y por primera vez no nos matamos -o al menos no mucho-. Fue una semana fantástica.
Aquel viernes me levanté cansado, pero deseoso de volver a casa. Me costó lo suyo levantar a Manuel, que casi se cae de morros contra el suelo cuando iba al baño. Recogimos todo de la habitación, incluso la dejamos ordenada y por último les dejamos una flores para darles gracias por todo.
Bajamos e hicimos nuestro último desayuno. Tras desayunar, fui a comprar algunos pasteles junto a Mayte y a Cristina, después cambiamos dinero en un sitio bastante extraño y finalmente nos despedimos una última vez de aquellos maravillosos compañeros de fiesta. De todos los marroquís allí presentes, me quedo con Yuless, Kauta y Zacarias, fueron los que mejor me cayeron aunque todos me cayeron de maravilla.
Nos dividimos en dos grupos, 4-B en un autocar con César y el resto en otro autocar con el resto de profesores. Apenados, aunque yo tan frío como de costumbre no lo estaba, recorrimos el camino de vuelta a Tánger. Algunos se querían quedar allí -principalmente los enamorados- el resto, añorábamos nuestro hogar y todas nuestras comodidades típicas.
Por segunda vez hicimos todo el papeleo y embarcamos, como hubo un problema y el barco tardó dos horas de más en llegar Algeciras, estábamos cansados y agotados, pero aun así seguimos haciendo un poco el idiota, cosas como el Gorrón Ibérico quedaron grabadas y ya hay bastantes copias.
Tras subir el autobús de vuelta a Sevilla, César nos hizo ir desfilando a cada uno para contar nuestras experiencias del viaje. Yo lo describo en una sola palabra: Fantástico
Como mencioné antes, no es que hubiésemos conocido a unas personas maravillosas como los marroquíes si no que nos habíamos conocido mejor entre nosotros, algo que considero hasta más importante.
Ahora la pregunta típica es ¿Quieres repetir este viaje? A lo que respondo rotundamente: No. ¿Por qué? Muy simple, si yo fuese el año que viene le estaría quitando la plaza a otra persona y por ende impediría que otra persona pudiese disfrutar de semejante experiencia, y creo que es una experiencia que todo el mundo debe probar al menos una vez en la vida.