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Jueves, ese día nos tocó ir por la mañana a la academia náutica, no sé si la charla fue un poco aburridilla o yo quería dormir un poco más de cinco horas pero casi me quedo dormido. Allí nos explicaron todo lo que se daba en la academia, y que se necesitaba para entrar allí, incluso nos dieron un libro de lo que sería el primer curso de aquella escuela.

Llevo tiempo sin comentarlo pero sí, más fotos, muchas más fotos, estábamos apunto de cogerle algo de manía a las fotos, o al menos yo le empecé a coger cierta manía a las cámaras, aunque cada vez que tocaba ponerse para unas fotos era una risa.

Antes de volver al hotel fuimos a la tienda de té y especias, algunos se dejaron un buen dinero allí. Por poner un ejemplo, Manuel compró un kilo de té, otros también compraron cantidades notables de té y otras especias. Pensándolo bien, las especias eran las culpables de que medio grupo hubiese caído con dolor de estómago, no sé qué tendrían pero desde luego no lo resistíamos bien, yo tuve suerte y no pasé ningún tipo de apuro.

Tras eso Halimah nos invitó a Lucía Vélez, David Domínguez, Iñigo, Ángel y a mí a su casa a comer, fue una aventura bastante curiosa e interesante si lo miramos desde otro punto de vista. La seguimos hasta que cogimos un autobús que costaba tres dirhams, y llegamos a un zona… casi rural, con cabras, ovejas y animales así, para que nos entendamos más rápido una mezcla del polígono San Pablo y de las tres mil pero aún peor.

Avanzamos animadamente hasta su casa, una casa pequeña pero bastante apañada, saludamos al hermano de Halimah antes de entrar y una vez dentro pasamos al salón de la casa y saludamos a sus padres. El niño nos tenía miedo, o eso daba la sensación.

La mujer nos puso primero las bebidas: Coca-Cola y agua, creo que fue. Poco después nos sirvió el plato más típico de allí: cuscús. Nada más probarlo sentí una explosión en mi boca, pero no una explosión de sabores, una explosión a secas, estaba delicioso pero casi me dejó allí las papilas gustativas de lo que picaba, después de semejante manjar nos pusieron un poco de fruta como postres.

Una vez terminada la comida le dimos los regalos que habíamostraído, el más destacable fue el que hizo Ángel al chico, unos simples colores y unos cuadernos de dibujó El niño mostró una impecable sonrisa de oreja a oreja.

Algo que desde luego se me quedó grabado a fuego, fue la expresión del niño y en general esa comida, no nos conocían de nada, pero aun así nos lo habían dado todo, por poco que tuviesen nos lo habían dado, no parecían una familia rica precisamente, pero estaban mucho más llenos que muchas familias podridas de dinero Incluso regalaron a Lucía dos chilabas. Para mí, fue una comida conmovedora.

Tras la comida salimos a dar un agradable paseo por aquella zona. AHalimah se le unieron dos amigas marroquíes más y un chaval Nos lo pasamos en grande, aunque apenas nos entendiésemos. Una vez terminado el paseo decidimos volver al hotel. Lucía, David e Iñigo se empezaron a sentir un poco mal y se adelantaron en taxi. Ángel y yo decidimos seguir disfrutando de aquel agradable rato, pero como el tiempo se no echaba encima, ya que teníamos que estar en el hotel antes de las 17:30 para prepararnos para la fiesta de despedida que comenzaría a las 18:30, por lo tanto, decidimos coger un autobús e ir directos al hotel.

Tras eso, varios nos reunimos y echamos el rato, hasta la que llegó la hora Por suerte preparé la maleta, íbamos a llegar un pelín tarde así que prefería dejarlo todo preparado. Al final salimos algo tarde y llegamos al Colegio Luis Vives alrededor de las siete de la tarde. La gente estaba emocionada, en apenas una hora iba a ser el derby sevillano En teoría íbamos a verlo en la pantalla del salón de actos, pero la cosa no funcionó.

La gran mayoría de las chicas se vistieron con las chilabas que les habían regalado. César quería hacer un concurso de Miss Larache y todo -obviamente era broma-. Aquí tenemos a nuestras chicas vestidas y subidas al escenario.

 (Si, la calidad de mi cámara ya no era lo que era al principio)

La fiesta comenzó alrededor de las 19:35 y cuando digo fiesta no era una tipo marroquí, eso era una fiesta de discoteca de toda la vida. Poco a poco llegó la hora del derby, y seguía sin verse nada en aquella pantalla, pero como cabría esperar de César tenía un plan B y no sería raro que tuviese un plan C. En fin, el plan B consistió en un bar que si tenía el derby y en español, por lo tanto muchos salieron disparados hacia el bar en cuestión

Por mi parte decidí quedarme en la fiesta, los que me conocéis pensaréis "¿Este tipejo bailando? ¡Ahora sí que quiero ver fotos". Pues no, me senté con Mayte, quien tampoco iba a bailar y además de comentar la fiesta me dediqué a sacar toda clase de fotos y os puedo asegurar que saque todo tipo de fotos bastante curiosas.

Salí de la fiesta cuando serían las 21:30 o así, justo cuando aumentaron demasiado el volumen la de fiesta, o al menos demasiado para mi gusto, tras eso algunos nos dedicamos a dar vueltas por el lugar y a hablar. Cuando fueron las 23:00 el Betis iba perdiendo 2-0, así que la cosa estaba interesante. Cuando salimos de la fiesta, media hora -española- más tarde tocó el momento de las despedidas, lágrimas por todos lados. Algunos lloraban por una doble decepción, no solo iban a dejar a sus nuevos y grandes amigos si no que el Betis había perdido aquel partido.

Yo no soy de esos que lloran.... Sonará un poco frio por mi parte, pero no encontré razón para llorar, es muy triste eso de despedirse llorando, lo suyo es despedirse con una sonrisa y con un hasta pronto.

De pronto escuchamos un escándalo a lo lejos. No, no estaban celebrando la derrota del Betis, era una boda. Algo típico de allí es montar escándalo y una gran fiesta por lo que sea, pero ese era momento de alegría Alrededor de una especie de carroza había toda una banda tocando, una forma de casarse bastante curiosa.

Fui de los primeros en llegar al hotel, las lágrimas continuaron allí, hasta que finalmente los marroquíes se fueron: No había tanta pena cuando la mitad del hotel estuvo de fiesta hasta las tantas.

Manuel y yo compramos una pizza y nos despedimos del hombre del Tutifruti, del cual nos habíamos hecho amigos durante esa semana. Le compramos una última pizza y subimos a nuestra habitación

Después acabamos hablando hasta las tres de la mañana o así con Blas, Papá Fran, Marta y Guadalupe. En ese momento lo pensé: ¿cómo era posible que en una semana hubiésemos desarrollado aquellos lazos? No solo con los marroquíes si no con los de nuestro propio grupo. En esa semana nos habíamos conocido más que en tres o cuatro años que estuvimos en la misma clase. Vimos a Lucía hablar y por primera vez no nos matamos -o al menos no mucho-. Fue una semana fantástica.