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El miércoles nos levantamos más tarde Ese día no tuvimos que coger autobús, simplemente íbamos a dar una vuelta por aquella fantástica ciudad que nos acogía, principalmente el Zoco y el puerto.

El Zoco –o mercado- Chico tenía tres tipos de puestos principales: ropa, chatarra varia y comida. Digo chatarra porque os podías encontrar desde un taladro estropeado con más años que yo hasta un Nokia tipo ladrillo. La ropa, por suerte era de calidad normal. No quise pararme mucho en la comida pero allí había muchos animales vivos que no iban a tardar mucho en dejar de estarlo. En cuanto al mercado era de los más típico, un mercado árabe de esos que podéis ver en las películas, lo único que faltaba era alguien echando los puestos abajo, pero no era un detalle que quisiese ver.

Finalmente llegamos a una plaza que daba a un torre, muchos se quedaron en la plaza jugando al fútbol, yo preferí subir a la torre: Las vistas desde allí eran bastante buenas, al parecer esa torre se usaba como conservatorio de música, por eso debíamos guardar silencio -cosa que hicimos a groso modo-

El puerto era un lugar con el clásico olor a puerto, ya sabéis, pescado de todos los tipos y olores, si sois sensibles al olor os ibais a morir, en cambio si sois como yo que un mal olor os trae sin cuidado no os pasará nada. Había algunos barcos faenando y otros anclados, también vimos a algunos marineros arreglando con hilo y aguja sus redes.

Tras salir del puerto un hombre nos dio un discurso, creo que era el padre de alguno de los marroquíes, en resumidas cuentas nos dijo que Marruecos y España eran países hermanos y que Larache y en general Marruecos siempre sería nuestra casa, muy bonito sí señor, el hombre se notaba mucho que lo vivía.

Ahora tocaba tiempo libre, teníamos hasta las 18:30 para hacer lo que quisiésemos. David -también conocido como Pingu- y yo durante ese rato dimos otra vuelta por el Zoco y él se compró un mando para PS3 por 120 dirhams lo que son unos 12 euros, lo más gracioso de todo es que Gabriel, uno de los chicos marroquíes dijo que regateando un poco lo podía haber sacado por aproximadamente 6 euros.

Tras eso dimos una vuelta por el paseo marítimo -esta vez sin accidentes-. Llegamos hasta la playa rocosa y allí estuvimos un rato tomando el sol y pintando dibujos con pintura y spray en las paredes.

Tocaron las 18:30 y volvimos al hotel listos para partir a los Baños Turcos, para llegar a los baños tuvimos que subirnos de tres en tres en unos taxis que te llevaban a donde quisiésemos por un euro. Yo me subí junto a Manuel y a Ángel.

En Marruecos no debe de haber límite de velocidad y si lo había se lo pasaban por ahí El taxi fue bastante rápido y tampoco es que se fijase mucho en la carretera, parecía darle más importancia a hablar con nosotros que en saber a donde tenía que girar. Llegamos enteros a los baños donde el resto nos esperaba. Si estás leyendo esto y quieres ir el año que viene te voy a destrozar una de tus posibles ilusiones: los baños no son mixtos, los hombres por un lado y las mujeres por otro. Zacarias fue el único marroquí que vino con nosotros, nos cambiamos y accedimos a los baños.

Ellos lo llaman baños, yo prefiero llamarlo Sauna, en la primera sala en la que entramos era eso una sauna, antes de entrar nos dieron unos cubos, a los lados de la sala había grifos agrupados en pares, uno para el agua caliente y otro para el agua fría. Antes de llenar mi cubo pasé a la siguiente sala pensando que esa sería más fría, nada más lejos de la realidad, era aún más caliente. ¿Y la tercera?, un infierno: los pies me quemaban al andar por ahí, poco a poco fuimos llenando los cubos y mojándonos con ellos, desde luego aún me parece raro que nadie sufriese quemaduras, entre el agua ardiendo y los cuarenta grados de la sala no hubiese sido raro.

Los alumnos permanecimos prácticamente todo el tiempo en tercera sala. Los profesores en la primera. No sé como pero aguantamos más de una hora, hasta que tocó la hora de salir. Durante aquella hora Zacarias nos fue dando uno por uno un masaje. Ahora os preguntaréis: ¿no hubo ninguna anécdota digna de contar?

Hubo varias. Primero nos saltamos todo lo que estaba prohibido y lo hicimos: tirarnos cubos enteros, subirnos a ellos, etcétera. Segundo: Blas confundió a un hombre con Iñigo y le lanzó un cubo lleno de agua hirviendo, el hombre se giró y le dijo algo a Blas en árabe, no creo que fuese "¡Dame más!" precisamente.

Tras la hora salimos de los baños: Las chicas habían salido hace media hora. Como dato curioso, los primeros grupos se fueron en taxi pero los últimos tuvimos suerte y un autocar nos recogió a los que quedábamos rumbo al hotel.

Dimos un par de vueltas por la ciudad al llegar, luego se formó un grupito la mar de interesante: David Domínguez, Lucía Vélez, Carlos,Yarita y yo, para no variar compramos la comida en el Tutifruti y cenamos en el rellano de la cuarta planta. Durante la cena hablamos e hicimos un poco el idiota, a los pocos minutos de terminar de cenar, oímos unos golpes en la segunda o en la tercera planta, aún no sé quiénes fueron, pero despertaron el enfado del conserje que subió hecho una furia maldiciéndonos en árabe -o eso creo- Nosotros, echamos a correr a mi habitación.

Pasaron unos minutos, no sé cómo el tío supo donde estábamos y llamó a la puerta, abrí y me echó una curiosa bronca levantando el dedo índice y gritando "¡Atención!", y algo de que si él no dormía no dormía nadie, no le di mucha importancia.

Cuando el tío se fue Patricia nos dio un susto de muerte llamando a la puerta, habló un par de minutos y se fue. No sé cómo al rato en mi habitación se reunió más de la mitad de 4º, tanto A como B, y obviamente hicimos el idiota hasta las tantas. Manuel lo sabe mejor que nadie, acabó con un buen pegote de espuma de afeitar cuando se quedó frito.

A las tres de la mañana o así se fue todo el mundo. Nada más irse Manuel y yo nos quedamos fritos, yo hasta las 5 cuando la santísima Llamada a la Oración me despertó nuevamente.